Empresario busca impulsar flujo de capital de exiliados cubanos a la isla

La Habana, 31 de mayo. Un empresario estadunidense de origen cubano, antiguo exponente del exilio duro anticastrista, lanzó un llamado de tono conciliatorio para impulsar hacia Cuba un flujo de capital de los emigrados de la isla, como lo hizo China en su momento, dentro del plan de reforma del presidente Raúl Castro.

El empresario Carlos Saladrigas, de 62 años, descendiente de una familia vinculada con el régimen de Fulgencio Batista, depuesto por la revolución de 1959, fue entrevistado por Orlando Márquez, director del mensuario Palabra Nueva (www.palabranueva.net).

En este caso el mensaje tiene tanta relevancia como el medio, pues la revista es el órgano del arzobispado de La Habana, cuyo titular, el cardenal Jaime Ortega, ha sido un activo interlocutor del gobierno y fue el exitoso mediador para la liberación de los opositores presos desde 2003, entre otras gestiones.

La idea de Saladrigas es que los cubanos emigrados que quieran invertir aquí sean tratados como nacionales, no como extranjeros, y puedan asociarse con los residentes en la isla: “Creemos (…) en la necesidad de crear un capital cubano, criollo. Nos preocupa una Cuba donde el capital vuelva a ser mayoritariamente extranjero. Después de tantos años de sacrificio luchando por la soberanía, sería irónico que regresáramos a una Cuba dominada por el capital extranjero”.

Aunque hace años se conoce su cambio de posición política, la entrevista es la primera oportunidad en la que Saladrigas la expone directamente a un medio cubano editado en la isla, si bien se trata de una publicación confesional e independiente del gobierno. En cualquier caso, el diálogo marca un nuevo punto de acercamiento entre las dos orillas del Estrecho de la Florida y lleva al debate de la reforma la interrogante sobre el papel de los empresarios emigrados.

Saladrigas ha estado en Cuba este año al menos dos veces y pudo haberse entrevistado con autoridades del sector económico, de acuerdo con fuentes enteradas.

En la entrevista pidió reglas del juego claras, como “un marco legal claro y no ambiguo, un sistema judicial efectivo y justo para la resolución de disputas, certeza y no arbitrariedad, un riesgo político moderado, y un clima laboral justo y equitativo. Dadas estas condiciones, el capital cubano del exterior, al igual que el capital extranjero, fluirá hacia Cuba en grandes cantidades en busca de un rédito competitivo”.

El empresario salió de Cuba en 1961 dentro de la Operación Peter Pan, una emigración de 14 mil niños y adolescentes cubanos que viajaron a Estados Unidos sin sus padres, con patrocinio de Washington y la Iglesia Católica, con el pretexto de que La Habana eliminaría masivamente la patria potestad.

Estudió en Harvard, se convirtió en un próspero hombre de negocios, alineado con el anticastrismo radical y se unió a la Fundación Nacional Cubano-Americana, que dirigió el fallecido Jorge Mas Canosa. Saladrigas encabezó el boicot que finalmente impidió que cientos de cubanos residentes en Florida fletaran un crucero para viajar a la isla, cuando la visitó el papa Juan Pablo II en 1998.

“Hoy me pesa enormemente” esa campaña, le dijo Saladrigas a Márquez y le confesó que el episodio lo marcó para empezar a cambiar su línea política. En 2001 fundó el Grupo de Estudios de Cuba, un think tank que sigue de cerca la situación de la isla y realiza encuestas sobre la actitud de los emigrados hacia su país de origen.

En abril pasado el grupo presentó un proyecto para facilitar la concesión de microcréditos desde Estados Unidos a pequeños empresarios en Cuba. Sin embargo, el horizonte que trazó Saladrigas un mes más tarde en la entrevista con Márquez es más ambicioso: “El empresariado cubano en el exterior tiene mucho que contribuir a la Cuba del futuro”, señaló. “Somos parte del enorme capital humano con el que cuenta la patria”.

Saladrigas evocó en esa forma tácitamente la movilización de capital que China realizó entre su emigrados radicados en Asia, Europa y América del Norte y que sirvió de combustible para el despegue de la reforma en ese país en la década de los noventa.

El empresario ratificó en la entrevista su conocida oposición al bloqueo económico. “En un futuro el pueblo cubano nos reclamará por qué abogamos por medidas que le causaron aislamiento y mayores dificultades”, deploró. En contrapartida, consideró que la liberación de presos fue “un gesto importante y trascendente, que augura otros cambios y facilita enormemente la reinserción de Cuba en la comunidad internacional”.

Sobre la reforma económica, dijo que le falta una visión de conjunto, una autocrítica para aceptar a los empresarios y no verlos como un mal necesario, la solución al burocratismo y “una dosis masiva de pragmatismo”.

“Si es cierto que avanzar demasiado rápido conlleva el riesgo del caos, también es cierto que avanzar demasiado lento conlleva e incrementa el mismo riesgo”, apuntó. “Nadie es lo suficientemente sabio para saber cuál es la velocidad correcta del cambio, pero se debe favorecer la rapidez sobre la inercia y el letargo”.

Gerardo Arreola, La Jornada, 1º de junio.

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