El panismo ha perdido electoralmente mucho y todo indica que, antes del cambio de dirigencia, puede perder más, en la jornada del próximo 11 de noviembre. En buena medida, el programa de Germán Martínez está basado en un cambio radical de discurso y de acción, en conformar una estructura electoral que tendrá como objetivo ganar las elecciones intermedias de 2009. En los hechos, el año próximo puede ser un periodo para consolidar esas estructuras
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 2 de noviembre.
El año próximo será electoralmente tranquilo, pues no habrá ninguna elección para gobernador. Apenas en febrero serán en Baja California Sur, Quintana Roo e Hidalgo, en julio en Nayarit, en Coahuila hasta septiembre y en Guerrero hasta octubre. Son todas elecciones para renovar congresos locales y municipios, donde la experiencia ha demostrado la influencia creciente de los gobernadores y la debilidad intrínseca de la mayoría de las leyes electorales de cada entidad. Y, para esa fecha, si es que finalmente se aprueban en la legislación secundaria, no habrán entrado en vigor, aún, las nuevas normas electorales que se pretende que estandaricen los criterios a niveles federal y local
En otras palabras: Germán Martínez tendrá tiempo y espacio para reorganizar a su partido y podrá coordinar sus acciones con un gobierno federal que sabe que lo que haga o deje de hacer en ese año será decisivo para el futuro de su gestión. Entonces, no nos extrañemos si vemos al próximo presidente nacional del PAN involucrando a su partido mucho más en los temas sociales, mucho más cerca del gobierno federal y siendo más firme en varios de los puntos esenciales de la operación política. En los hechos será la primera vez que Calderón podrá contar con el respaldo pleno de su partido, no sólo en este primer año de gobierno, sino también en el largo periodo que se inició en la precampaña y en la campaña electoral, cuando el partido y el equipo de Calderón marcharon por rumbos diferentes
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 2 de noviembre.
LO QUE Manuel Espino dijo que sería su despedida con broche de oro, terminó siendo un adiós de hojalata.
Y ES QUE la derrota del PAN en la gubernatura de Michoacán deja en números rojísimos el balance electoral de Espino como presidente panista.
SÓLO EN EL 2007, el panismo mordió el polvo en la mayoría de los comicios locales, destacándose su derrota en Yucatán, donde el PRI le arrebató la gubernatura.
SALVO en Baja California, donde logró retener el gobierno, el panismo fue prácticamente barrido en Aguascalientes, Oaxaca, Veracruz y Chiapas.
DENTRO del saldo de Espino hay que incluir la pérdida de algunos de los bastiones históricos como la capital aguascalentense y el municipio de Mazatlán, que tenían años bajo gobiernos blanquiazules.
EN TOTAL, desde la llegada de Manuel Espino a la dirigencia panista en 2005, el PAN perdió nueve elecciones para gobernador y ganó sólo cuatro.
¿TODA LA CULPA es el duranguense? Por supuesto que no, pero ése es el balance que le entregará a su sucesor.
Fray Bartolomé, “Templo Mayor”, Reforma, 12 de noviembre.
Los observadores políticos objetivos e imparciales consideran, sin embargo, que a pesar de la estrepitosa derrota del PAN en los procesos electorales de los estados mencionados, ni el dirigente del organismo ni el "líder" están perdidos políticamente; advierten que "lo mejor para el albiazul está por venir"; que Germán Martínez Cázares va a dar "el estirón" y que finalmente terminará imponiéndose a los panistas. Y es que, según aquéllos, Germán es político; más aún, "malo del alma", que no es lo mismo que maloso, pues el maloso en el fondo tiene sus debilidades, aclaran. "!Uy qué miedo!", reviran los "primos hermanos".
Luis Soto, “Agenda confidencial”, El Financiero, 13 de noviembre.
El resultado final radica en la percepción de que el PAN carece de dirección política, no tiene un comité ejecutivo que atienda los procesos electorales, el presidente Calderón está más preocupado por ganarle el partido a Espino que por atender su responsabilidad en procesos electorales con el llamado efecto presidencial y los grupos panistas locales andan a la deriva. El PAN tenía todo para ganar en Michoacán y Puebla, pero se desvió hacia el camino de la confrontación.
La clave de los procesos electorales de este año no es ningún secreto político mayor. El punto de definición de elecciones radica en los objetivos de los partidos: el PAN anda en busca de camorra, el PRD ha sido obligado a ondear las banderas de la derrota de López Obrador y los partidos chicos probaron militancia pero carecen de estructura.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 13 de noviembre.
Germán Martínez tiene que tener muy clara su tarea inmediata: reconstruir el partido y, sobre todo, su maquinaria electoral para 2009, y hacerlo representando la causa de su presidente, de su gobierno. No existe otra lógica política viable. Para ello tendrá que renovar dirigencias, liderazgos y abrir el PAN a nuevos sectores y personajes, que ahora quedan irremediablemente marginados
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 14 de noviembre.
Es increíble que teniendo Espino el control del partido en el poder, primero con Fox y ahora con Felipe Calderón, el “inquietito” presidente del CEN del PAN haya llevado a su partido a la debacle total durante todas las elecciones pasadas. Lo único que pudo salvar y seguro fue por inercia, no por él, fueron Baja California y Tlaxcala, éste último el estado más pequeño de la República Mexicana. ¿Qué le dirán los dirigentes estatales de su partido a tan “oscuro” personaje? Cómo es posible que cuando se le cuestiona qué pasa, en son de burla, sólo levanta los hombros con una “concha” insultante.
Ni hablar, Germán Martínez, quien asumirá el control del partido el mes próximo, va a tener una tarea ¡titánica y colosal! para sacar del pantano en el que ha hundido Espino al partido. Es más, el mismo Martínez ha manifestado que están en riesgo de perder la presidencia en el 2012.
Yazmín Alessandrini, “Circo Político”, Crónica, 14 de noviembre.
Mientras que para el PRD los resultados de Michoacán (lo mismo, por contraposición, que las derrotas notables en Tamaulipas, Puebla y Tlaxcala) le permiten vislumbrar un camino diferente para el futuro, para el PAN son el fin de un ciclo desastroso en términos políticos y electorales. Cuando en tres semanas cambie la dirigencia partidaria, la gente de Espino, como ya lo está haciendo ahora, se quejará de que hubo una aplanadora en su contra, de que el presidente Calderón intervino en el proceso, de que es necesario mantener la distancia entre el partido y el gobierno. Pero ocultarán lo principal: perdieron todo, desde el proceso interno de selección de candidato, el suyo era Santiago Creel, hasta casi todos los comicios importantes en los que tuvieron que participar directamente. Se dirá que el PAN ganó la elección federal de 2006: es verdad, pero ¿cuánto ayudó la dirigencia del partido en ese proceso? Y, por el contrario, ¿cuántos de los problemas que sufrió Calderón para ganar deben atribuirse a ella, como la confusión en el discurso, la elección de ciertos candidatos para el Congreso o la ausencia de un operativo serio para cubrir casillas electorales sobre todo en enclaves perredistas, como el DF? Hoy, el PAN es un partido con una estructura electoral difusa, débil, dominada por un CEN que está confrontado con muchos grupos de poder real dentro del partido e incluso con buena parte de sus direcciones estatales (desde que asumió Espino la presidencia del partido, el PAN es la fuerza política que mayor cantidad de conflictos internos ha tenido que resolver ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial).
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 14 de noviembre.
Pero nos cuenta ahora Manuel Espino que esa estrategia sigue viva con Felipe Calderón. Sólo que no habla ya propiamente de concertacesiones (un concepto tabú dentro del panismo, por obvias razones), sino de arreglijos, que en esencia son lo mismo. Calderón, como Salinas, requiere el respaldo de otro partido para legitimarse en los hechos, así como para detener al movimiento obradorista (equivalente al de Cuauhtémoc Cárdenas entre 1988 y 1994) y empujar algunas reformas. Todo ello, a cambio de impunidad para el PRI, así como “manos libres” para que haga de las suyas en los comicios locales, en los estados que gobierna. Denuncia Espino que, en Durango, Oaxaca, Veracruz, Tamaulipas y Puebla, los gobernadores priistas “restablecieron el autoritarismo de Estado… con la tolerancia y aun el auxilio del gobierno de Calderón, quien busca apoyo en el Congreso para sus reformas” (Proceso, 18/Nov/07). En Puebla, gente de Los Pinos prohibió que el PAN utilizara el desprestigio del gobernador Mario Marín en su campaña (“Hey, por ahí no”, dice que le dijeron).
Desde luego, se puede pensar que Espino recurre a ese expediente para justificar su mal desempeño electoral. Pero, dada la trayectoria del PAN en el poder, sus explicaciones tampoco son del todo descabelladas. En todo caso, otros panistas, candidatos y dirigentes, piensan que, en las derrotas de su partido, algo tuvieron que ver los arreglijos entre Los Pinos y el PRI. Da la impresión de que tales componendas, de ser reales como asegura Espino, podrían estarse dando también paradójicamente con quien fue víctima del concertacesionismo salinista: Cuauhtémoc Cárdenas. No parece casual que, en la víspera de la elección michoacana, tanto Cárdenas como Leonel Godoy declararan a coro su reconocimiento a Calderón. A cambio, Calderón desmovilizaría cualquier protesta panista en la entidad, como lo hizo. De ser así, Cárdenas estaría irónicamente jugando dentro del PRD el rol que durante el salinato cumplió su viejo enemigo, don Diego Fernández de Cevallos (aunque quizá ya sean amigos, hermanados por su común odio hacia Andrés López Obrador).
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 23 de noviembre.
Otro elemento que ha contribuido al desplome electoral del PAN en el primer año de Calderón, es la mala relación entre el jefe del Poder Ejecutivo y el líder de su partido, Manuel Espino, la que entre otras llevó al albiazul a sufrir dolorosas derrotas en Yucatán y Michoacán, esta última entidad, tierra natal del presidente de la República. / No obstante ello, la mala relación con Espino no fue obstáculo para que los legisladores del albiazul, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, siguieran las pautas marcadas desde Los Pinos en temas tan importantes como fueron las reformas fiscal y electoral. / Con la aprobación de estos proyectos, Calderón rompió con más de una década de desacuerdos entre el Ejecutivo y el Legislativo, aunque para ello tuvo que inaugurar la etapa de cogobierno con el Congreso, en la que desempeña un papel preponderante el PRI, o mejor dicho, los líderes parlamentarios del tricolor, especialmente el del Senado, Manlio Fabio Beltrones, quien es el eje de los acuerdos con el PAN y hasta con el PRD.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de Poder”, El Financiero, 3 de diciembre.
El reporte revelado por el semanario Enfoque es claro: de los mil 974 casos de conflictos partidistas conocidos por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación entre noviembre del 2006 y noviembre del 2007, mil 530 (77.5 por ciento del total) fueron interpuestos por panistas. Antes eran perredistas o priistas los que encabezaban esas cifras. En el lapso citado, el PRD apenas hizo llegar 242 casos de pleitos internos y el PRI 107 (Enfoque, 2/12/07). / La ambición por el poder descompuso al panismo. Muchos integrantes de la dirigencia panista dicen que las sesiones del CEN tenían agendas ajenas al debate político y se convertían en relatorías de pleitos y sospechas. El PAN abandonó la deliberación política y quedó entrampado en una suerte de barandilla partidista. De ahí se acumularon las venganzas y las revanchas, mismas que escalaron hasta las oficinas del presidente del partido y del presidente de la República. O mejor dicho, el alimento de la venganza salía desde esas oficinas lo que fue pernicioso y decisivo en la descomposición interna. / Junto con ello, vino el desdibujamiento de la imagen y la propuesta del panismo. No obstante que el PAN logró en el 2006 una victoria electoral con pronósticos en contra, ahora el partido carga con las necesidades de legitimación del presidente de la República. Asimismo, tiene como lastre la estigmatización sobre su ultraconservadurismo que le ha llevado a primitivismos políticos de alto costo en las urnas.
Roberto Zamarripa, “Tolvanera”, Reforma, 3 de diciembre.
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