IMAGEN PÚBLICA: Un año de gobierno de Felipe Calderón: 5. NARCOTRÁFICO E INSEGURIDAD.

Del plan de gobierno de Calderón, el narcotráfico y la inseguridad fueron los temas objeto de más comentarios; es decir, 26 que corresponden al 10.83% de los 240 sistematizados. ¿Hay avances al respecto? Quizá no haya una respuesta cabal a la pregunta, pero la lectura de estos comentarios puede contribuir a construir una opinión al respecto.

Hay que reconocer la decisión valiente del gobierno de iniciar una guerra sin cuartel contra el narcotráfico que ha permitido decomisos de droga sin precedente y recuperar el control de amplias zonas del país.
Demetrio Sodi de la Tijera, El Universal, 19 de noviembre.

El embrollo de la legitimidad vulnerada del nuevo gobierno es determinante en su comportamiento, al tiempo que clave para comprender la actuación de las oposiciones. Más que gobernar bien y con responsabilidad, el empeño presidencial ha sido construir legitimidad social. En vano. Las vías elegidas: (1) la improvisada “guerra al narcotráfico”, sin diagnóstico ni diseño integrales; de resultados magros e inciertos, alto costo en vidas, severos daños económicos y sociales; con implicaciones de militarización de ámbitos civiles y subordinación a criterios y directrices de la estrategia de seguridad de EU.
Alan Arias Marín, Milenio, 25 de noviembre.

A doce meses, Calderón Hinojosa debe estar sumamente contento con el saldo obtenido, pues en el Poder Judicial le reconocen que ha dado una intensa batalla en contra de los narcotraficantes. Lo que no quiere decir que la mayoría de los problemas estén en vías de resolución, muchos ni siquiera empiezan. Pero hemos avanzado y frente a la actitud negativa de López Obrador, todavía hay tranquilidad en la República.
Y aunque los resultados no son tan favorables como quisiéramos, le reconocen al Presidente que se ha tranquilizado en muchas entidades la actividad política. En unos casos, con operativos de seguridad, y en otros, a través del diálogo y de los viajes que realiza en forma permanente.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 27 de noviembre.

Obtener legitimidad ha sido el centro de los afanes del mandatario. Con esto en mente, sacó a los soldados de los cuarteles y emprendió los operativos conjuntos en contra del crimen organizado, en particular las bandas de narcotraficantes. Los operativos fueron una plataforma espléndida para lanzar una amplia campaña mediática, que le dio valiosos puntos de popularidad.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 27 de noviembre.

Hace poco Calderón llegó a decir, en uno de sus arranques de optimismo delirante, que la inseguridad ya no era la principal preocupación de los mexicanos. Lo acababa de decir cuando un comando de 50 hombres armados con fusiles de asalto, tomó las instalaciones de la morgue de Ensenada, Baja California, para rescatar un cadáver todavía no identificado, que puede ser un sicario de altos vuelos o un integrante de la familia Arellano Félix.
La acción dejó en claro que las bandas del crimen organizado gozan de buena salud y abona a la tesis de que la disminución de las ejecuciones se debe a un pacto entre los jefes del narco en el país, y no a la acción de las fuerzas federales. De cualquier forma, en la implementación de los operativos conjuntos, el Presidente demostró una determinación para ejercer sus atribuciones a tope, determinación que no mostró nunca Vicente Fox. Haber logrado una diferenciación favorable con respecto a su antecesor, es logro importante del primer año de gobierno de Calderón.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 27 de noviembre.

A un año de iniciado el gobierno calderonista, ya se cuestionan los resultados reales de la estrategia y del sistema de seguridad implementados. Se pregunta desde varios frentes si será o no cierto que va en ascenso y, sobre todo, qué tantas “cosquillas” le están haciendo las acciones del gobierno, en verdad, al crimen organizado.
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 29 de noviembre.

La lucha contra el crimen organizado ha sido el estandarte del gobierno calderonista. Alrededor de diez mil soldados y marinos han dado la pelea, mediante una estrategia que, si bien le ha valido reconocimiento al Ejecutivo, también le ha originado críticas por considerarlo demasiado apegado al Ejército.
Extradiciones importantes, como la de Osiel Cárdenas y un grupo de cabecillas del narco, detenciones escandalosas, por ejemplo, la de La Reina del Pacífico, Sandra Ávila Beltrán, además de decomisos récord de dinero y droga, se han reflejado de manera positiva en este renglón. Sin embargo, ¿de qué sirve el decomiso de toneladas de droga si tenemos un gobierno incapaz de garantizar la seguridad en las calles de las principales ciudades? Hasta hoy, alrededor de dos mil ejecuciones se han registrado en el último año.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 29 de noviembre.

1) Logros para presumir. Cierto es que se han dado varios golpes sin precedente en este tema durante el sexenio. Las extradiciones, en primer lugar, empezando por Osiel Cárdenas Guillén, uno de los capos más solicitados por el gobierno de Estados Unidos, o la captura de decenas de los principales lugartenientes tanto del cártel del Golfo como de los liderados por Joaquín El Chapo Guzmán (la más vistosa fue la captura de su operadora financiera, Sandra Ávila Beltrán, la ahora archifamosa Reina del Pacífico), así como de los Arellano Félix o los hermanos Beltrán Leyva. Pero también están los decomisos: por supuesto, el primero y más sonado, los más de 200 millones de dólares en cash, que encontraron en la casa de Las Lomas de Zhenli Ye Gon (ahora sí, literalmente el chino Chin Chu Lana), así como el decomiso de 11 toneladas de cocaína en Manzanillo o los 51 kilos de efedrina en el aeropuerto de la Ciudad de México, las once hectáreas sembradas de mariguana destruidas en Durango, las avionetas y los decomisos-hormiga, y así podríamos mencionar cantidades y cantidades de drogas incautadas. Logros que, sin duda, el gobierno de Calderón, junto con su procurador Eduardo Medina-Mora y su secretario de Seguridad, Genaro García Luna (además del de la Defensa y el de Marina) presumirán con bombo y platillos este sábado, cuando se cumple el primer año del gobierno calderonista.
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 29 de noviembre.

Otra de las promesas incumplidas por Calderón es la de la tan ansiada seguridad pública. El esfuerzo parece que se desvaneció en medio de tanto cacareo mediático. Siempre de acuerdo con la evaluación de Consulta Mitofsky, 70.7% de los entrevistados perciben que poco o nada se ha hecho para combatir la delincuencia
Raúl Rodríguez Cortés, “Gran angular”, El Gráfico, 30 de noviembre.

Calderón empezó el sexenio con una serie de acciones enérgicas contra el narcotráfico. Los operativos conjuntos del Ejército y las policías federales y estatales en varios estados del país, entre ellos Michoacán, fueron controvertidos, pero reflejaron una actitud valiente de enfrentar el narco que fue bien recibida por la población, como lo revelaron las encuestas. El Presidente impulsó también en el Congreso una nueva Ley del ISSSTE que evita el desplome del instituto por la creciente carga de sus pensiones.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 30 de noviembre.

In: Entrarle a combatir al narcotráfico como no lo había hecho ningún otro Presidente en México (“Que tuvo muchos huevos”, dijeron varios de los encuestados). Que haya extraditado a Osiel Cárdenas, apresado a Sandra Ávila, La Reina del Pacífico, e incautado los millonzotes de Zhenli Ye Gon.
Out: Que Joaquín El Chapo Guzmán siga libre.
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 30 de noviembre.

En la Navidad del 2006, en un mensaje televisivo de tres minutos, Calderón dijo que la prioridad consistía en mejorar la seguridad pública, el empleo y el combate a la pobreza, rubros acerca de los cuales, un año después, puede decirse que se ha hecho entre poco y nada.
En el campo de la seguridad tanto pública como nacional el desangre continúa, mientras de rodillas ante la administración de George W. Bush se negocia el Plan México, un proyecto mediante el cual, dígase lo que se diga, la soberanía nacional podría quedar hecha trizas por un puñado de dólares. Para evitar malograr esas negociaciones nuestro gobierno ni siquiera menciona lo que en otras latitudes ya adquirió dimensiones de escándalo: que el narco-avión desplomado hace pocas semanas en Yucatán es el mismo que usaba el gobierno de Estados Unidos para trasladar —por medio de la DEA— narcos extraditados, o prisioneros de guerra a Guantánamo.
Aurelio Ramos Méndez, “Contraluz”, Crónica, 1º de diciembre.

El segundo acierto fue recurrir al Ejército para recuperar los territorios donde los narcotraficantes habían sentado sus reales. Felipe Calderón, como jefe del Estado, no tenía otra opción. Los niveles de violencia y la fuerza de los cárteles representaban y representan un peligro para la seguridad nacional. Las consecuencias de esa decisión se hicieron evidentes al poco tiempo. Las ejecuciones se multiplicaron y se habló abiertamente de un estado de guerra. Con el tiempo las aguas han vuelto a su nivel y hay evidencia de que los resultados han sido más positivos que negativos. Sería, sin embargo, irresponsable minimizar los riesgos que conlleva la participación de los soldados en tareas propiamente policiacas. En el mediano y largo plazo esta estrategia es insostenible. Pero no hay duda que en el arranque fue una decisión correcta.
Jaime Sánchez Sussarrey, Reforma, 1º de diciembre.

El michoacano entró pisando fuerte. Jugó a fondo una carta que llevó a sus panegiristas a proclamar “¡hay Presidente!”, pero que hoy le quema los dedos. Apenas once días después de la azarosa imposición de la banda presidencial sobre su pecho ordenó la salida del Ejército de los cuarteles para combatir narcotraficantes que por entonces cercenaban cabezas humanas por diferentes puntos del país, sobre todo Michoacán, Tamaulipas y Tijuana.
A casi un año de aquella espectacular medida los delincuentes siguen en las suyas. No ha caído ni siquiera un capo que merezca esta clasificación y no pasa un día sin que se registren ejecuciones. En Tamaulipas bandas de matones acribillan políticos, como ocurrió el pasado jueves al ex senador Juan Antonio Guajardo. En Tijuana pelotones de sicarios van, de casa en casa, en búsqueda de sus víctimas, como le sucedió el martes al presidente del Consejo de Seguridad Pública de Baja California, Alberto Capella Ibarra, a cuya casa le dispararon 220 balazos y a cuyo escolta, Edgar Flores Domínguez, atacaron en su domicilio al día siguiente.
Aurelio Ramos Méndez, “Contraluz”, Crónica, 1º de diciembre.

Tercero. Uno de los problemas más endémicos de nuestra sociedad: el narcotráfico, fue enfrentado de inmediato por el Presidente que tenía la convicción, compartida por millones de mexicanos, de que este problema puede ser resuelto en el largo plazo, no sin un enorme costo en término de vidas humanas y de inversión en desarrollo. El combate al narcotráfico, minimizado o ignorado durante mucho tiempo por administraciones anteriores, ha sido una de las principales banderas para la legitimación del presente gobierno en términos de seguridad, salud, gobernabilidad y soberanía nacionales.
Manuel Gómez Granados, Crónica, 2 de diciembre.

No sabe el pueblo. Nunca entiende las cifras tecnocráticas de la balanza de pagos, la reserva monetaria; el lejano crecimiento nacional del 5 por ciento apenas; la inflación subyacente o las conveniencias en la medición de precios; ni las explicaciones delirantes en torno de un aeropuerto inexistente y recién inaugurado; los miles de empleos sin ocupantes reales y tantas y tantas otras cosas reales, imaginarias y dudosas, como habría dicho Borges.
Se cumple un año y por primera vez de forma abierta y franca, quizá cruda, confirma la palabra presidencial la vieja especie: el narcotráfico se ha infiltrado en la política nacional y quiere imponer a sus personeros con la esperanza casi siempre cierta de lograr espacios protegidos para la perpetuación de su rentable (y compartida) actividad.
Rafael Cardona, “El cristalazo dominical”, Crónica, 2 de diciembre.

Si algún indicio pudiera definir el primer año del gobierno del presidente Felipe Calderón, ha sido sin duda el papel clave del Ejército: las Fuerzas Armadas garantizaron sin represión la estabilidad social en uno de los años de casi ruptura política.
La presencia del Ejército no suplantó la ausencia de la política sino que se orientó al punto más vulnerable de la República en momento de ruptura institucional: la estabilidad social. Al mantener su lealtad a las instituciones que otros mandaban al Diablo, el Ejército fortaleció la estructura de tranquilidad social.
Por eso el país dio, en este primer año del gobierno de Calderón, una imagen caótica: un renegado político que fundó su República aparte con todo y su presidencia, una ofensiva del crimen organizado contra el Estado y la sociedad y no sólo por la disputa de territorios, un sector privado desorientado por la ausencia de un Ejecutivo fuerte y una junta política de gobierno que ha comenzado a realizar reformas para restaurar el viejo Estado priista.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 3 de diciembre.

Otras acciones que en términos de imagen le otorgaron un liderazgo a Calderón durante los primeros 12 meses de su mandato, fueron la cruzada contra el narcotráfico y su capacidad de respuesta para atender la emergencia en Tabasco a causa de las peores inundaciones en la historia de esa entidad.
La resultante es que la aceptación del michoacano, según revelan las encuestas, supera el 7 por ciento, lo que no es nada malo luego de lo controvertido de su toma de posesión y sobre todo por el hecho de que en las elecciones de julio de 2006, cerca de 25 millones de mexicanos votaron en su contra (15 millones por López Obrador y casi diez por Roberto Madrazo), en tanto que el actual presidente obtuvo poco más de 15 millones de votos.
A partir de esta realidad, la de arrancar su mandato como un presidente débil y muy comprometido con grupos económicos y sindicales que resultaron decisivos para que pudiera derrotar a López Obrador, Calderón ha ejercido una estrategia política de cogobierno con el Congreso, que hasta ahora le ha dado buenos resultados en lo que se refiere a su imagen y liderazgo.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 3 de diciembre.

El papel del Ejército en este año, por tanto, ha sido mucho más importante en lo social que el saldo en materia de seguridad. El papel de las Fuerzas Armadas en la estabilidad social puede medirse, dialécticamente, por las presiones políticas para sacarlas de las actividades contra la delincuencia. Las acusaciones por violaciones a derechos humanos están lejos de defender presuntos excesos de soldados en algunas partes de la República y tienen que ver directamente con la búsqueda del debilitamiento de la institución fundamental en la estabilidad social. Con un PAN desarticulado, un PRD situado en la ruptura institucional, un PRI atendiendo sólo la defensa de sus intereses de cortísimo plazo y una sociedad pasmada por la carencia de liderazgos políticos institucionales y de oposición, el Ejército ha mantenido la cohesión social. Sin el Ejército, la presidencia de Calderón habría caído.
El asunto de los derechos humanos tiene tintes políticos. Hay más represión por parte de gobiernos perredistas, panistas y priistas que algunos excesos militares por el cumplimiento de sus tareas. El Ejército entró a la lucha contra la inseguridad no sólo por el fracaso de las fuerzas policiacas y de seguridad civiles, sino por la incapacidad de partidos y sus bancadas legislativas para dotar al Estado de instrumentos de lucha contra las bandas del crimen organizado.
Por lo demás, los derechos humanos se han convertido en un escudo político en contra del ejercicio de la autoridad del poder gubernamental. Si se revisan los hechos históricos, es la primera vez que el Ejército actúa con menores violaciones. Ha sido más represivo el gobierno del DF en el ciclo perredista que el Ejército en el mismo periodo. El problema, por tanto, es la utilización de los derechos humanos para sacar al Ejército de la lucha contra la delincuencia.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 3 de diciembre.

El primero de ellos es básico: hay que entender el estado de ánimo de la población. ¿Cuál es hoy el estado de ánimo de nuestra gente: qué tan preocupada está por la inseguridad, el narcotráfico, pero también por el empleo, la pobreza, la economía? Sin duda, el ánimo con respecto a la seguridad ha sido medido acertadamente y se han tomado muchas de las medidas adecuadas, aunque los éxitos contra el narcotráfico han derivado en otros fenómenos delincuenciales que deberán ser atendidos, como el secuestro y la extorsión. Pero, ¿qué sucede con lo demás, los temas sociales, la economía, el manejo estratégico del gobierno federal, las expectativas? Existe un margen de incertidumbre que se ha reflejado, por ejemplo, en temas sin sustento real, pero han tenido efectos negativos, como el llamado gasolinazo. En el ánimo de la población está, sin duda, la confianza por una labor social mucho más intensa, definida y que genere expectativas nuevas. Y eso se debe transformar en políticas públicas.
¿Por qué? Porque también dice Felipe González que el jefe de Estado debe hacer suyas o apropiarse de las preocupaciones de la población y ponerse genuinamente en el lugar de ella. Si el estado de ánimo es positivo, continúa, habrá que fortalecerlo (como sucede con los temas de seguridad), en caso contrario, el reto será revertirlo y lograr que ese ánimo sea tan bueno como el líder requiera para conseguir sus metas (y por eso lo social y lo económico deberán ser prioridad para 2008).
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 3 de diciembre.

La intención es obvia: fracasado el conflicto postelectoral, controlada la crisis económica, superada la disfuncionalidad legislativa y fortalecido el gobierno civil por la lealtad del Ejército, el único camino que le queda a las facciones rupturistas para llevar al país a la quiebra política y social es precisamente el activismo del crimen organizado. De ahí la intención de sacar al Ejército de la lucha contra la droga. Estados priistas como Sinaloa y Tamaulipas y perredistas como Guerrero y Michoacán aparecen hoy en día controlados por el narcotráfico y la delincuencia organizada. Y el Ejército ha llegado ahí a rescatar el espacio del Estado que le había sido expropiado.
Por tanto, la intervención del Ejército no es represiva, aun con los casos probados de violación de derechos humanos. El Ejército por sí mismo ha sido el que ha realizado más arrestos de narcos y decomiso de droga que las autoridades policiacas civiles. Y al recuperar territorios en poder de la delincuencia, el Estado le ha regresado estabilidad social a partes importantes de la República.
De ahí que la presencia del Ejército en el primer año de Calderón haya sido, sin duda, definitoria de una estrategia de gobierno, pero también ha dejado señales claras de que el principal factor de la estabilidad de la República es el social. Y que ahí la República no se quebró -como quería, por ejemplo, López Obrador al impedir la toma de posesión de Calderón hace un año y con ello meter al país en un colapso constitucional con un interinato provocado- sino que mantuvo su cohesión social.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 3 de diciembre.

La mentira más común, mi estimado, es aquella con la que se engaña uno mismo. Doce meses de este régimen y una serie de delicadas deudas, entre las que destaca, el rubro de seguridad pública. Mientras Felipe expresaba sonriente su distintivo disco rayado, perdón, discurso, para celebrar el primer aniversario en su desangelado desayuno en Palacio Nacional, los hechos y las cifras hablaban por sí solas.
Peligroso, my friend, tratar de tapar la realidad con una miserable inundación de espoteo mediático. Pero más aún si en el discurso presidencial no hay más que palabras huecas y absoluta simulación. Sobre todo porque días antes, el mismo sábado y ayer, la organizada delincuencia enviaba cordiales saludos al Gymboree federal sobre el fracaso de su lucha. Ésos que son los responsables de mover abiertamente sus intereses municipales y estatales. Los que ejecutan en hospitales, en dependencias, en hoteles, en la vía pública desconociendo leyes y Estado de Derecho. Los que saben manejar la guerra psicológica que ya abarca el robo de cadáveres en Semefos para amputarles miembros y dejarlos abandonados en lugares donde se marcan territorios. Los que conocen (y aplican) de sobra que los votos cuentan pero el dinero decide.
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 3 de diciembre.

Pocos motivos de júbilo tenían aun los invitados que se afanaron por asistir a la celebración. Aunque tuvo efectos propagandísticos indiscutibles, el combate a las mafias de la delincuencia organizada es tan ineficaz como generador de buena imagen. Las balaceras contra ciudadanos inermes (Alberto Capella en Tijuana, Juan Antonio Guajardo en Río Bravo) dan cuenta de la imposibilidad de contener la violencia.
Miguel Ángel Granados Chapa, “Plaza Pública”, Reforma, 4 de diciembre.

Para Calderón ha sido relativamente fácil decir que cuando llegó al despacho presidencial descubrió que la herencia que le dejó el honesto Fox en materia de seguridad pública era desastrosa. Ante lo cual tuvo que cambiar prioridades y lanzar los operativos conjuntos. Lo que no encaja en el rompecabezas es que conformó el gabinete de seguridad precisamente con los funcionarios foxistas que ayudaron a armar el desastre. Por haber hecho un mal trabajo en el sexenio anterior, en éste fueron ascendidos. De esto se desprenden las versiones de que también en esta área tan sensible, Felipe tuvo que pagar facturas electorales. 2 mil 743 ejecuciones en un año, es un dato duro que no podemos darnos el lujo de soslayar.
Una lucecita. Agentes de la Procuraduría capitalina fueron descubiertos mientras trataban de cobrar una extorsión a los familiares de unos jóvenes que tenían detenidos ilegalmente. Integrantes de ésa y otras corporaciones policíacas tienen un amplio abanico de opciones para aumentar, a la mala, sus ingresos. Lo han hecho siempre. Lo hacen ahora sin importar el partido al que pertenezca la máxima autoridad de la plaza. Acaso la diferencia es que policías preventivos cumplieron con su deber y los capturaron después de una balacera, por lo que puede afirmarse, para documentar nuestro optimismo, que no todo está perdido, que hay una lucecita encendida, muy tenue, vacilante, pero que todavía no se apaga.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 6 de diciembre.

En términos de la agenda, es sin duda explicable que durante este año el presidente Calderón se haya concentrado en el tema de la seguridad. Es probable que ello haya sido en parte porque es un tema que iba a dar ganancias políticas muy abundantes. Sin embargo, tampoco había otra opción. Si el gobierno mexicano quiere llevar a cabo sus planes de creación de empleos, necesita que fluya la inversión y ésta no va a llegar si no se garantiza un mínimo de estabilidad. Así de simple. No es que el combate a la inseguridad sea necesariamente más importante que la creación de empleos, sino que va primero. Si no se resuelve lo primero no se puede lograr lo segundo
Jorge Chabat, El Universal, 6 de diciembre.

Una de las primeras y más trascendentes determinaciones que asumió fue apelar a los recursos que le dan su investidura para garantizar a la sociedad el primer derecho que adquirió al vincularse con él como gobernante: preservar la vida y el patrimonio de todos.
La lucha contra la inseguridad no ha dado resultados totales ni definitivos, pero se mantiene y la expectativa es que en algún momento la ciudadanía sea liberada de esa grave amenaza.
Oscar Mario Beteta, “En Petit Comité”, Milenio, 6 de diciembre.

Felipe Calderón sí que busca sorprender y para ello ha utilizado no una, ni dos, sino decenas de cifras alegres. Según los números de su propia administración en menos de un año se han roto todos los records, lo malo es que en las calles poco se ve de ese trabajo. Primero, se hizo el decomiso más grande de dinero ilícito, luego se confiscó la mayor dosis de droga, también un cargamento récord de Pseudofredrina, y ahora resulta que se hizo el mayor decomiso de madera ilícita. A ver si los empleos aparecen por algún lado, porque ahí sí no hay metas superadas
“Binoculares”, El Gráfico, 7 de diciembre.

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