IMAGEN PÚBLICA: Un año de gobierno de Felipe Calderón: 4. SU DESEMPEÑO.

Como ya se destacó en la Presentación, el desempeño de Felipe Calderón fue el tema que más comentarios concentró: 51, 21.25% de los 240 sistematizados. Como podrá observarse, una parte de estos comentarios se centra en las más recientes encuestas de opinión sobre el desempeño presidencial; la otra, más extensa, aborda los logros, éxitos y fracasos del primer año del sexenio calderonista.

Felipe Calderón es el Presidente más débil que ha tomado posesión en los últimos 70 años; no sólo fue resultado de una elección muy pareja y cuestionada por un alto porcentaje de la población, sino que ha enfrentado una recia oposición de López Obrador y el PRD, un Congreso dividido que no está dispuesto a entregarle nada gratis, un PAN que le regatea cualquier apoyo, y un jefe de Gobierno del DF que aprovecha cualquier oportunidad para confrontarlo.
Ha enfrentado, por otro lado, una economía de EU en recesión, que ha provocado un crecimiento interno muy por debajo de lo que el país necesita para crear los empleos que se requieren y mejorar los niveles de vida de la población. Si bien la cifra de 850 mil empleos formales creados puede sonar muy positiva, la realidad es que gran parte de ellos no son nuevos, sino sólo empleos informales que están ahora en el IMSS. Es imposible crear un millón de empleos al año con un crecimiento económico de sólo 3%
Demetrio Sodi de la Tijera, El Universal, 19 de noviembre.

A punto de cumplirse un año del "gobierno del cambio con rumbo... desconocido", el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, se sinceró y reconoció que el país no puede seguir viviendo en la mediocridad; con crecimiento económico pobre e insuficiente, el cual ha provocado que millones de personas se encuentren en la miseria, en la desigualdad, sin una vida digna. Y para no crear falsas esperanzas e ilusiones, como lo hizo su antecesor, prácticamente dijo que no vamos a salir de la mediocridad el día de mañana, ni el mes que entra ni el próximo año, bueno, ni siquiera al final del sexenio.
Durante una comida con la comunidad libanesa (el miércoles), el primer mandatario aclaró que "México tiene rumbo y destino", aunque insistió en que urge transformar al país para acabar con la miseria, con la desigualdad, para que la gente tenga mejores niveles de vida; "hay que transformar a México para darle a su gente una vida digna, pero no a partir de magia, ni de trucos ni de demagogia...", sugirió. ¿Y entonces cómo vamos a hacerle? Preguntan los analistas bisoños. Pues trabajando, trabajando en todos los frentes para hacer de nuestro país una nación competitiva y verdaderamente ganadora. Un México donde la gente tenga mejores niveles de vida, no a partir del capricho del gobernante, sino por medio de las decisiones racionales que los consumidores marcan, precisamente, en condiciones de libertad económica, de competencia y de mercado. ¿Y se puede, señor presidente? Cuestionan los escépticos.
Luis Soto, “Agenda Confidencial”, El Financiero, 23 de noviembre.

No, no, no, no hay que confundir, el de Fox fue el "gobierno del cambio sin rumbo repleto de mentiras". Hoy, "con aciertos y con errores nuestro país tiene rumbo y tiene destino", dijo el presidente Calderón, aunque "hay que enderezar a México"; transformar al país política, económica, social, ambientalmente... lo cual obviamente no es tarea de un día, ni de un año y quizá ni de un sexenio. Se requieren muchos, muchos años, aclaró. ¡Uh, pues entonces millones de mexicanas y mexicanos ya no vamos a ver la transformación, porque vamos a estar tres metros bajo tierra! Exclaman aquellos que están cerca del hoyo.
Luis Soto, “Agenda Confidencial”, El Financiero, 23 de noviembre.

Año uno del gobierno del presidente Calderón. Crisis de legitimidad de origen, producto de un defectuoso proceso electoral, derivaron en el más amplio movimiento de protesta electoral contemporáneo, haciendo evidente la crisis política del régimen. Consolidación democrática interruptus —para usar terminología transicionista—, tanto por el desmantelamiento institucional, gubernativo y cultural del periodo foxista, como por la ausencia, limitación y retraso de las reformas sustantivas —económicas y políticas— requeridas por el país (omisión imperdonable de los partidos), para enfrentar las nuevas condiciones mundiales en situación de globalización. Rezago histórico que habrán de pagar caro las generaciones futuras.
Alan Arias Marín, Milenio, 25 de noviembre.

Después de un año en el gobierno, Felipe Calderón ha tenido un objetivo primordial: reconciliar a la sociedad mexicana. Limar las asperezas. Disminuir las diferencias. Éstos son los puntos reiterados de su discurso. Algo ha logrado, pero todavía sigue siendo un reto el logro de la armonía social en el país. Por otra parte, la oposición de López Obrador, aunque con menos peso específico que hace un año, continúa poniendo el dedo en el renglón. En pocas palabras, impide en algún grado la consolidación en el poder del actual mandatario. No importa el tema ni el problema. El punto es cuestionar: los energéticos, Pemex; Tabasco y su desastre, la inflación que se nos viene encima a partir de enero son pruebas confirmatorias al respecto. El objetivo es proyectar que el desempeño presidencial deja mucho que desear.
José Luis Reyna, Milenio, 26 de noviembre.

Al acercarse el primer año de su Presidencia, Felipe Calderón comentó que había gobernado con aciertos y errores. Naturalmente, no se extendió en la autocrítica para detallar la naturaleza de los tropiezos o para comparar el monto de los éxitos con el peso de las derrotas. No corresponde a él hacer esa contabilidad. Los exámenes se practican por esta hora en todas las esquinas de la prensa. Al cumplirse el primer año de gobierno se encuentran por todas partes recuentos críticos de avances y pendientes, logros y retrocesos.
La evaluación será inevitablemente polémica. Algunos serán incapaces de ver aciertos; otros callarán las fallas. Lo que a unos resultará encomiable a otros les parecerá nocivo. Pero, entre esas obvias diferencias, hay una coincidencia básica: se piensa que el error está en el polo opuesto del acierto. El tropiezo político sería, en ese sentido, lo contrario del acierto. Es que se piensa la política como si fuera una naranja cortada por la mitad. Un hemisferio es bueno, el otro malo y cada uno atrae como imán las acciones del poder. De acuerdo con esta imagen concebimos el juicio como evaluación del magnetismo predominante. Aquí lo bueno ha vencido a lo malo; allá se impuso lo malo. ¿Será ésta una buena manera de emprender la crítica de un gobierno en su despegue? Creo que no. No, porque los errores que el propio Presidente reconoce no están en las antípodas de sus aciertos, sino que son su costo y su consecuencia. Los errores de Felipe Calderón se enredan con sus aciertos. Unos y otros son parte de la misma visión política. Será que el mal no es siempre la ausencia de bien sino, muchas veces, su carga; el error no es la falta de logro, sino su impuesto. Es por ello que la prudencia del político es, ante todo, un ejercicio de medida: búsqueda de proporción, decisión que vence lo exiguo sin llegar a la demasía.
Jesús Silva Herzog Márquez, Reforma, 26 de noviembre.

A punto de cumplir un año de haber tomado posesión de su dudoso ejercicio, el presidente Calderón se siente tentado, y sucumbe con facilidad, a los ríos de tinta y a la vorágine de palabras. Siente que el que no habla, se pronuncia y dictamina, no existe. Calladita te ves más bonita, dice el adagio sexista tan de moda en México.
Mi abuela decía que Dios nos dio dos ojos para ver, dos orejas para oír y una boca para hablar, porque era necesario ver dos veces y oír dos veces, antes de hablar una sola.
Yo no conozco la biografía del señor presidente Calderón ni me interesa.
Sí le deseo haber tenido, o tener —si la tiene— una abuela tan sabia como la mía, que en gloria esté.
Félix Cortés Camarillo, “Cancionero”, Milenio, 28 de noviembre.

Felipe Calderón ni ha sido el Presidente exitoso que dicen sus voceros ni el desastre que pregonan sus enemigos. Si bien cumple un año reparando parte del desprestigio en el que dejó Vicente Fox a la Presidencia y con algunos avances en su tarea de ganar legitimidad, aún mantiene intocables a los monopolios económicos y a las dictaduras sindicales que tienen sometido al país a los abusos y a la mediocridad.
No le ha sido fácil gobernar a Calderón. Por como llegó, por quienes lo apoyaron, porque, como ninguno en la historia, tuvo en su contra hasta al PAN de Manuel Espino, a su antecesor, Fox, a quien nadie le quita de la cabeza que es por él, y no gracias a los votos, que el michoacano esté en Los Pinos y, principalmente, tiene en contra a Andrés Manuel López Obrador, de quien es su principal punto para críticas.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 29 de noviembre.

Las promesas de Calderón son iguales a las de sus predecesores: abundantes e incumplidas, y de acuerdo con la versión oficial los mexicanos deben conformarse, incluso alegrarse, de que en el mejor de los casos sea hasta 2012 cuando eventualmente vean la luz al final del túnel. Entonces, faltan cinco años para que llegue la felicidad, por mucho que el inquilino de Los Pinos diga que “la pobreza y las grandes necesidades del país no permiten mayor demora, los jóvenes requieren respuestas, los campesinos, los indígenas, los marginados de México, los mexicanos más pobres o quienes están en busca de empleo no pueden esperar más”. Pues sí, pero tendrán que esperar al 2012.
Larga lista de promesas la de ayer, que robustece la previa, aunque notoriamente ausentes del inventario de “compromisos” y de los discursos estuvieron varias de las reiteradas ofertas durante su campaña: la desarticulación de los monopolios, como elemento fundamental para alcanzar altas tasas de crecimiento; la lucha en contra de la concentración del ingreso y la riqueza para mejorar el nivel de bienestar de los mexicanos y alcanzar un mejor reparto, y el combate frontal a la desigualdad.
Ni una sola palabra referente a esos asuntos prioritarios se pronunció durante la presentación de sus “programas”, en una mañana pletórica de discursos (Carstens, Sojo, Téllez, Lozano, Kessel, Cárdenas –el ex caballo de Servitje– y Elizondo). Ni una sola, pero al final de cuentas sus puntos programáticos son una copia de la agenda del Banco Mundial, organismo que en público critica a los monopolios, pero en privado los apoya, al igual que el inquilino de Los Pinos.
Carlos Fernández Vega, “México SA”, La Jornada, 29 de noviembre.

-Educación. Calderón sigue pagando la factura de haber sido apoyado en campaña por Elba Esther Gordillo, la dictadora del SNTE. Es un crimen lo que se hace con nuestra educación básica, donde la red de intereses de Gordillo impide efectuar exámenes de oposición a los aspirantes a nuevas plazas, al ser designados los incondicionales del sindicato, sin importar su nivel académico. Y datos recientes provocan alarma: de un millón 125 mil maestros, la mitad no sabe utilizar una computadora.
¿Resultados? Que seamos un país de burros, en el que 95% de los alumnos de primaria y los de secundaria están por debajo del 6 de calificación en matemáticas; que cinco millones 700 mil mexicanos mayores de 15 años no sepan leer ni escribir y que ocupemos prácticamente el último lugar entre los países integrantes de la OCDE.
Ante el desastre educativo, Calderón no ha hecho absolutamente nada por desmontar la dictadura de Gordillo. Aún más: en julio se autorizaron 526 millones de pesos adicionales a la negociación salarial anual. Hay que decir que, durante el foxismo, se le entregaron alrededor de diez mil millones de pesos a Elba Esther. Calderón seguirá cargando con la complicidad de ver destruida la educación básica.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 29 de noviembre.

Mañana, cuando termine el primer año de este gobierno y se hagan los balances, habrá que tomar en cuenta de dónde viene y cómo llegó, para luego ver, detalladamente, lo que ha hecho, sin que aquella circunstancia, excepcional, sea hoy un excluyente de responsabilidad de los pendientes, pero sí referente.
Joaquín López Dóriga, “En privado”, Milenio, 29 de noviembre.

La popularidad presidencial ha decrecido. En junio pasado, 65 de cada 100 mexicanos aprobaban la tarea de gobierno de Calderón. Hoy, esa cifra ha disminuido a 58. Algunas encuestas señalan que la mitad de los mexicanos considera que el Presidente lo ha hecho bien, pero “no se ha visto gran cosa”.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 29 de noviembre.

Pero si para AMLO es grave que su imagen caiga en las encuestas, para el presidente Calderón el impacto de su pérdida de popularidad es todavía mayor. La última encuesta de Consulta Mitofsky sobre la evaluación del gobierno de Calderón, a un año de su inicio, arrojó 59% de aprobación para el presidente. Ese porcentaje confirma que la caída en la popularidad presidencial, que se agudizó con el anuncio del impuesto a las gasolinas y llegó a ser de 10 puntos en unas semanas, no se ha detenido ni siquiera con la “inundación” de spots de radio y televisión que hizo el mandatario con su imagen aprovechando la tragedia en Tabasco.
En Los Pinos apostaron, y así se definió como estrategia, a que la actuación del Presidente en las inundaciones de Tabasco le ayudaría a repuntar en las encuestas de opinión y detendría la caída sostenida que inició desde mediados de septiembre cuando los propios sondeos de la Coordinación de Imagen de la Presidencia de la República registraron el impacto negativo en la popularidad presidencial
Salvador García Soto, “Serpientes y Escaleras”, El Universal, 29 de noviembre.

Que al calificar de "muy positivo" el primer año de gobierno de Feli, "hasta ahora el único presidente de la República que al cumplir un año de gobierno rinde los mejores resultados, además de que es reconocido dentro y fuera del país", queda mejor que nunca afirmar:
"Dime quién te alaba y te diré quién eres"... ¿Saben quién lo dijo? Manuel Espino, líder (todavía) nacional del PAN...
Eva Makívar, “La creme de la creme”, El Financiero, 30 de noviembre.

Hace un año, la primera pregunta que nos hacíamos los ciudadanos interesados en la política era si Felipe Calderón podría llegar al Palacio Legislativo y rendir protesta como presidente de la República. Los miembros del PRD y los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador habían prometido evitarlo. La tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro se encontraba tomada por diputados del PRD y del PAN, unos de los cuales querían impedir la ceremonia y otros garantizarla.
A nivel más profundo, la pregunta era si Calderón podría gobernar eficazmente el país o si tendría que dedicar todo el sexenio a justificar la legitimidad de su elección.
La respuesta es que el presidente Calderón no sólo ha podido gobernar sino que lo ha hecho con un vigor del que carecía su predecesor. Es dramático, de hecho, el contraste entre la actitud decisiva de Calderón y la indecisión que marcó al gobierno de Fox desde Atenco hasta Oaxaca. El actual Presidente ha cometido, sin duda, muchos errores, pero cuando menos no ha tenido miedo a tomar decisiones.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 30 de noviembre.

Debe reconocerse, sin embargo, que mientras en octubre del año pasado 75.1% de los encuestados por Roy Campos percibían que la situación política empeoraba, en noviembre de este año tal percepción se redujo a 64.9%, proporción que, sin embargo, sigue siendo muy alta
Raúl Rodríguez Cortés, “Gran angular”, El Gráfico, 30 de noviembre.

Los ejes de la administración Calderón se basaron en dos puntos principales. El primero fue el de revertir una situación de tolerancia al crimen organizado, que el gobierno de Fox había aceptado como parte de una negociación sin sustento alguno. Recuperar las plazas tomadas por el narco, y demostrar la existencia de un aparato de seguridad efectivo y confiable, se convirtió en una prioridad de Estado. El siguiente paso fue el de establecer una red política de alianzas lo más amplia posible, tanto con el PRI, como con los sectores más centrados de una izquierda realista e institucional. Las complicaciones propias de los acuerdos electorales establecidos con grupos como el de Elba Esther Gordillo en el SNTE fueron factores que dificultaron la acción del gobierno en el terreno educativo.
Ezra Shabot, Reforma, 30 de noviembre.

Como vemos, éste ha sido un año de luces y sombras. Calderón no es ni el monstruo que pretenden López Obrador, Ebrard y Fernández Noroña, pero tampoco el héroe que algunos de sus colaboradores y simpatizantes quieren presentarnos.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 30 de noviembre.

Yo no sé si el hecho de ganarse el tigre de la rifa sea motivo de celebración. Igual y sí, si se tiene una buena dosis de masoquismo. Porque para lanzarse a gobernar a tan delirante país como el nuestro, me da la impresión de que se necesita estar no del todo cuerdo. Por eso han llegado a la Presidencia de México personajazos delirantes como José López Portillo, Carlos Salinas o Vicente Fox (y por poco llega Andrés Manuel). Sin embargo, en el caso de Felipe Calderón las cosas parecen distintas. Siempre me ha dado la impresión de ser alguien bastante normal, sin una personalidad estridente, un mexicano promedio, tranquilo y razonable. Algunos llaman a esto grisura y querrían en Palacio Nacional a uno de esos líderes carismáticos y fabricantes de frases huecas para la posteridad que tanto seducen a los hispanoamericanos (ahí está el gorilita Chávez en Venezuela para demostrarlo). En lo personal, me quedo con el bajo perfil y la antidemagogia.
Hugo García Michel, “Cámara Húngara”, Milenio, 1º de diciembre.

De acuerdo con la encuesta GEA/ISA la popularidad del presidente Calderón disminuyó 7 puntos porcentuales al pasar de 67 por ciento al 60 por ciento en el pasado trimestre.
El nivel de respaldo se encuentra apenas tres puntos por encima del obtenido por Vicente Fox en el mismo periodo.
Algo no anda bien.
A partir de hoy seguramente habrá jalones de orejas y más trabajo en Los Pinos.
Pepe Grillo, Crónica, 1º de diciembre.

Sin confrontarse abiertamente con lo que él denomina “los grupos de interés”, Calderón ha hecho sentir la fuerza presidencial, recuperando para Los Pinos el cabildeo legislativo, la etiquetación de recursos negociados con los gobiernos estatales y hasta el poder del silencio ¿Se acuerda de aquel largo regreso de 25 horas de vuelo de la India a México, justamente cuando el Senado aprobaba esos cambios electorales que inconformaron a los concesionarios de los medios? Claro que resulta imposible regresar a la presidencia imperial. Pero debe reconocerse que después de un sexenio Montessori, como se le calificó al relajamiento de la autoridad presidencial en el foxismo, Calderón ha logrado restablecer la disciplina de una enseñanza tradicional, digamos, por seguir con el juego de las metáforas escolares. Una disciplina en la que hay prefectos, sanciones, regaños y mucho cuidado de los secretarios y los políticos panistas de no disgustar al Presidente. Ya hubo un funcionario corrido por contradecirlo. Es el mando de un Presidente al que le gustan las ceremonias militares, reivindica a las Fuerzas Armadas y su papel constitucional de encabezarlas, presenta a sus hijos con el traje verde olivo y, en días de huracán e inundaciones, luce la gorra con las cinco estrellas de comandante supremo. Un mando que contrasta con un gabinete casi desconocido, tan prudente que, cuando se desdibuja, nadie lo nota. Apenas el martes, en la presentación de las rebajas a las tarifas eléctricas para la industria y el comercio, la noticia llegó en voz del mandatario y sin la presencia de la secretaria del ramo, Georgina Kessel.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 1º de diciembre.

En lo político le ha ido bien a Calderón. El tiempo que todo lo cura ha operado a su favor. Y los desaciertos de Andrés Manuel López Obrador, quien fue su principal contrincante electoral, pero no supo luego construir una oposición útil para el país, han asentado la idea de que, de acuerdo con los resultados oficiales, el 2 de julio del 2006 los electores optaron por la menos mala de las opciones.
Por aquellos días, en efecto, se tenía la impresión de que si ganaba Roberto Madrazo, el candidato del septuagenario PRI, la gente no esperaba nada. Y que si ganaba López Obrador una parte de la población esperaba el milagro del advenimiento de un redentor, pero otra parte estaba convencida de que al país se lo llevaría la trampa con un político que era un peligro en toda la amplitud de la palabra. Las cifras oficiales favorecieron a Calderón y un año después del inicio del gobierno en condiciones que no eran ni siquiera las de la sexenal renovación de la esperanza de la era priista, no ha ocurrido una cosa ni la otra
Aurelio Ramos Méndez, “Contraluz”, Crónica, 1º de diciembre.

Pero la posición del verdadero Presidente no es mejor. Consulta Mitofsky acaba de presentar los resultados de una encuesta sobre evaluaciones ciudadanas del primer año de gobierno, que si bien obedecen a las circunstancias y pueden cambiar en el corto plazo, no dejan de ser un severo llamado de atención para el primer mandatario. El primer dato es la calificación que recibe el Presidente y que muestra un agudo descenso a partir de febrero de este año, cuando recibió siete puntos, para disminuir a 6.9 en junio-agosto y a 6.7 entre septiembre y noviembre. Aunque el descenso es tan sólo de tres décimas, lo llamativo es que es sistemático a lo largo del año y afecta seriamente el nivel de aprobación general, que también ha disminuido de 65.3% en marzo a 58.9% en noviembre, y que lo coloca apenas dos puntos por arriba del porcentaje de 56.5% que tuviera Fox al terminar su periodo.
Y lo delicado es que estos resultados no provienen de los asuntos políticos, sino de los económicos. Para la mayoría de los ciudadanos los primeros han mejorado, lo que significa que la elección presidencial, la toma de posesión y los enfrentamientos con el PRD no constituyen ya un obstáculo para el gobierno
Rogelio Hernández Rodríguez, El Universal, 1º de diciembre.

El panorama hoy es completamente distinto. Felipe Calderón acertó en el arranque. No titubeó en Oaxaca ni ante el crimen organizado. Contra todos los pronósticos políticamente correctos, la Policía Federal Preventiva impuso el orden y recuperó la ciudad de Oaxaca sin que se produjera "un baño de sangre". El margen de maniobra del nuevo gobierno era estrecho. Confundir el uso legítimo de la fuerza con la represión -como hizo Fox- o postergar la decisión en aras de una ilusa negociación habría arrastrado al nuevo gobierno al despeñadero.
Jaime Sánchez Susarrey, Reforma, 1º de diciembre.

Para un sector importante de mexicanos el desempeño de Felipe Calderón al cumplir hoy un año en la Presidencia de la República no alcanza la calificación aprobatoria de 6. Esta semana participaron en nuestra encuesta 3 mil 544 personas, de las cuales 3 mil 218 dijeron que no pertenecen a ningún partido político. Ochenta y nueve por ciento le asignó una calificación menor a cinco puntos. Sólo 36 participantes lo aprobaron con 10. La principal nota negativa a los primeros 12 meses de calderonismo se refiere a la falta de cumplimiento de las promesas de campaña: manos limpias, empleo, disminución de las tarifas de los energéticos. En este primer año –opinan– se ha dedicado a pagar facturas a quienes lo ayudaron a llegar a Los Pinos
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 1º de diciembre.

Es un mando que fija agenda, una de temas mediáticos que no son necesariamente los mismos que en tiempo real se atienden en Los Pinos. Un mando que gana en los acuerdos de cúpula, pero aún no en las urnas. Un mando que restablece el valor de la política de negociaciones de altos vuelos y jugadas simultáneas, con el riesgo de traer consigo la discreción que raya en la de tiempos que creíamos idos. Un mando que nunca pregunta “¿y yo por qué?”, sino, por el contrario, sabe que la palabra y el peso presidencial cuentan y mucho, incluso en medio de las restricciones de un Congreso de oposición, una economía de crecimiento pobre, una sociedad desigual, un complicado equilibrio de intereses. Un mando que todavía oscila entre el tradicional triunfalismo presidencial mexicano y el realismo de que ese poder ya nunca más lo podrá todo.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 1º de diciembre.

Hoy la vida cumple un año desde que ese individuo incompetente y boquiflojo entró en la Cámara de Diputados como un ratoncito a través de un hoyo en la pared, para colocarse él mismo la banda tricolor y salir huyendo. Durante este lapso ha ocurrido con exactitud todo lo que la ultraderecha panista vaticinó que sucedería bajo el gobierno de López Obrador: subió como nunca el precio de la tortilla, se encarecieron todos los productos de la canasta básica así como la gasolina y la electricidad; se agudizó el desempleo, creció la inseguridad, aumentó la deuda externa, y la represión y el autoritarismo se tradujeron en muertos, heridos y presos políticos, e incluso desaparecidos, en una proporción equiparable a la de la guerra sucia, con la pequeña diferencia de que esta catástrofe sólo puede atribuirse a Calderón y sus cómplices
Jaime Avilés, “Desfiladero”, La Jornada, 1º de diciembre.

Del otro lado tampoco hay mucho que celebrar. Luego de su insólito triunfo, el alazán michoacano, al que no se le veían tamaños para llegar primero a la meta, perdió gas
Pese a un esperanzador inicio de promesas, se olvidó de un detalle: el pueblo, ese gigante sin rostro que tiene memoria y no olvida con facilidad.
Y así, aunque en el otro extremo, paradójicamente, ha quedado también atrapado en medio de contrastes y necesidades, de errores y aciertos, perseguido muchas veces por la sombra de un incomodísimo antecesor.
Francisco Garduño, Milenio, 1º de diciembre.

Yo no voté por Calderón. De hecho, no sé si ya lo escribí en este espacio, pero el 2 de julio de 2006 mi voto fue para López Obrador (algún día contaré por qué). Hoy, sin embargo, pienso que fue una fortuna no haber estado entre los electores triunfantes. No porque el actual sea un gobierno extraordinario, pero dentro de lo posible creo que es el mejor que podíamos tener. Después de la híperfrivolidad foxista y de diez años de inamovilidad, cuando menos en estos 12 meses el país ha caminado tranquilo por los senderos de la política (aunque con un poder legislativo que ha perdido el piso y pretende, a toda costa, constituirse en gobernante de facto). Nada se ha derrumbado, hay estabilidad y, sobre todo, no hay desesperanza. No estoy muy de acuerdo con la guerra contra el narco, porque pienso que los recursos que ahí se empeñan serían mucho más útiles en una cruzada por la educación (¿o será que es menos arriesgado pelear contra los cárteles de la droga que contra las huestes de Elba Esther Gordillo?).
En fin, un año de gobierno calderonista. A pesar de todo, ai la llevamos.
Hugo García Michel, “Cámara Húngara”, Milenio, 1º de diciembre.

En política, ya se sabe, la forma es fondo. El estilo y la retórica de un jefe de Estado y de gobierno cuentan mucho. En el caso de Calderón las formas han trabajado a su favor. Sobre todo porque los excesos y las pifias durante el sexenio pasado fueron enormes. Menciono lo más notable: la pareja presidencial brilla por su ausencia. Atrás quedaron las intromisiones y el protagonismo de la primera dama. Como atrás también han quedado los excesos verbales y las barrabasadas. Salvo la fuerza excesiva que le imprimió al ritual de su I Informe de Gobierno, Calderón ha hablado con mesura y prudencia. Lo mismo en el ámbito nacional que en el internacional. Su discurso y su trato con las oposiciones han sido consistentes. Los priistas y los perredistas saben a qué atenerse.
Jaime Sánchez Susarrey, Reforma, 1º de diciembre.

Mimado por encuestas hechas por encargo y con resultados previamente calculados, Felipe Calderón llegó a su primer año de gobierno. El regalo del hampa fue ingrato: cinco hombres asesinados con tiro de gracia y las manos atadas en la carretera México-Laredo, otras seis personas ultimadas en Baja California, Sonora, Nuevo León y Yucatán; una de las jornadas más sangrientas de los últimos tiempos. Calderón envió fuerzas del Ejército a tomar el mando de Reynosa, Tamaulipas, uno de los principales centros de operaciones del cártel del Golfo y de su tropa privada, Los Zetas. Horas antes había hecho un llamado a gobernadores, alcaldes, legisladores, en fin, todo el aparato político, para que no se deje infiltrar por el narcotráfico. ¿No será una convocatoria tardía? La realidad nos dice que desde hace años los capos están amafiados con políticos y jefes policiacos, grandes y chicos. Los primeros síntomas se detectaron en tiempo de Salinas, continuaron con Zedillo y a partir de la sospechosa fuga de El Chapo Guzmán los primeros días del foxismo, puede hablarse de un narcogobierno
Enrique Galván Ochoa, “Domingo”, La Jornada, 2 de diciembre.

Segundo. Calderón inició su gobierno con claros mensajes de autonomía personal y política que le permitieron tomar las riendas del gobierno. Dejó claro que la etapa de la “pareja presidencial” había terminado, retornando a lo que política e institucionalmente debe ser y establece nuestra Constitución en su artículo 80: Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”. Ahora, más bien, lo acusan de distante, independiente y desconfiado “porque no consulta a nadie”.
Manuel Gómez Granados, Crónica, 2 de diciembre.

Al parecer Calderón ha desarrollado una forma visible de administrar a plena luz del día y gobernar desde la sombra. Si hemos de recordar a Daniel Cosío Villegas y el estilo personal del ejercicio del poder, el presidente Felipe ya tiene el suyo: detrás del telón o (para invocar el pasado) tras banderas. Nunca muestra su mano aun cuando su mano mueva la cuna, ya sea en la toma del control de su partido (para lo cual despeñó a Manuel Espino con todo y sus patronos Fox, Abascal, Derbez y demás) o en la reforma electoral o en los cambios en el IFE y la continuidad en la UNAM.
Es un gobierno impresionante: da la impresión de estar ausente.
Y la verdad no. Las cosas se van tejiendo en la noche y aparentemente destejiendo en el día. Pasos laterales y avances menores pero a fin de cuentas estabilidad y control del aparato, a pesar de los saldos sangrientos. Si ha habido más de dos mil setecientos cadáveres en las calles (Milenio) es por la acción, no por la inactividad. Y entre todos éstos algunos indeseables se habrán ido.
Rafael Cardona, “El cristalazo dominical”, Crónica, 2 de diciembre.

Hace un año surgió tras banderas y apareció en escena Felipe de Jesús Calderón. A su lado, sonriente, ausente, Vicente Fox abrazaba la banda tricolor que debía llevar cruzada al pecho. Se la quitó de noche, en Los Pinos, en simulacro histriónico de transmisión del Poder Ejecutivo. Mientras el declarado electo protestaba cumplir y hacer cumplir la Constitución, el despistado se entretenía con la banda que finalmente fue a dar a manos del diputado panista que presidía la sesión de Congreso General. Entregó la banda el del Poder Legislativo. Y cumplió el que protestaba. Y se fueron a celebrar con la gente decente, lejos del Congreso de la Unión
León García Soler, “A la mitad del foro”, La Jornada, 2 de diciembre.

En lo político, la decisión más importante que tendrá que tomar el primer mandatario, no en los cinco años que le faltan para concluir su mandato sino en los siguientes meses, es qué va a hacer con el expresidente Vicente Fox, con la esposa de éste, con los hijos de ésta, con algunos excolaboradores de aquéllos, en fin, con los integrantes de la "banda del jeep rojo". A juicio de algunos analistas, Calderón tiene dos opciones: la primera, encarcelar a Vicente Fox, una vez, claro, que se comprueben los actos de corrupción que dicen cometió. Si lo hace, pasará a las páginas de la historia de este país como el primer presidente panista que envió a la cárcel al primer expresidente del mismo partido. Obviamente, para el Partido Acción Nacional el costo político de esta decisión podría ser perder la presidencia de la República en 2012, advierten los mismos analistas. ¡Y si nada más "le pone un calambre"! O sea que en lugar de Fox sea la señora o alguno de sus hijos quienes "paguen el pato". Pues a lo mejor el presidente gana más credibilidad y con ello "mantiene con vida" a su partido no sólo en 2009 sino en "la grande".
Si Calderón opta por esta primera opción, tendría que crear dentro de su gobierno una comisión que investigue a fondo y que haga públicas las pillerías de la "banda del jeep rojo". Si "da positivo", ordenarle a la PGR que presente una denuncia en contra de Fox, Martha, los hijos de ésta y todos los integrantes de la "banda del jeep rojo"; ponerle fecha, claro, para que se presenten a declarar. (Así le hicieron en Brasil, en Chile, en Argentina y en otros países cuando se denunciaron posibles actos de corrupción de expresidentes. Y fueron los mismos mandatarios en el poder quienes "se aventaron el tiro". Así están haciéndolo en Francia con Jaques Chirac. ¿Por qué en México no sería posible?)
Luis Soto, “Agenda confidencial”, El Financiero, 3 de diciembre.

La ineptitud y la frivolidad de su antecesor Vicente Fox y el empecinamiento, en ocasiones grotesco de Andrés Manuel López Obrador, han sido elementos que han trabajado a favor de la imagen del presidente Felipe Calderón en su primer año de gobierno.
En el terreno político, Calderón ha sabido contrastar su ejercicio del poder del estilo de Fox, que de arranque lo compartió con su esposa, Martha Sahagún, estableciendo una singular como tragicómica figura mediática: la de la "pareja presidencial".
Del mismo modo, el actual ocupante de Los Pinos ha resultado bastante hábil para capitalizar en su favor los errores políticos de su principal contendiente en los comicios de 2006, Andrés Manuel López Obrador, quien ha sufrido un desplome en materia de imagen, a la par que su partido: el PRD, acumula derrotas electorales.
Estos dos factores: Fox y López Obrador, el primero por contraste y el segundo por radicalismo extremo, son los que mejor contribuyeron a la legitimación de Calderón, luego de los controvertidos comicios de 2006 en los que se impuso al tabasqueño por menos del 1 por ciento de los votos.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 3 de diciembre.

Según los analistas, el presidente puede hacer todo lo anterior y más una vez que se adueñe del PAN, o sea, después del día 8 de este mes.
La segunda opción para Calderón es: seguir la tradición de los expresidentes priistas, que políticamente "les perdonaban la vida" a sus antecesores. O para decirlo en el lenguaje de los panistas: no tocar a Fox, a su esposa, a sus hijos... "ni con el pétalo de una rosa". Obviamente esta decisión tampoco garantizaría que el PAN conserve la presidencia de la República en 2012.
Vicente Fox, por lo pronto, ya pasó a las páginas de la historia política de este país y no por haber "echado al PRI" de Los Pinos, pues eso fue obra de la sociedad mexicana, ni por haber instaurado la democracia, sino porque se convirtió en el primer expresidente panista que repitió la historia de la mayoría de los expresidentes priistas: se volvió corrupto, y además cínico. Bueno, los malosos dicen que ya era ambas cosas.
Luis Soto, “Agenda confidencial”, El Financiero, 3 de diciembre.

La obra sexenal de Felipe Calderón ya terminó su primer año, con decisiones que la afectarán hasta el final. No será una epopeya, como quisiera (“he hecho las reformas fiscal y de pensiones que no pudieron mis predecesores”) y señalan sus corifeos (“compárese la situación actual de estabilidad con la de turbulencia política que marcó la toma de posesión”). En vez de una epopeya, será una obra aburrida donde el público, desde ahora, querrá llegar al final. O podrá ser una tragedia, con consecuencias graves para quienes gobiernan y para el país.
Leonardo Curzio, El Universal, 3 de diciembre.

El presidente Felipe Calderón inició el sábado el año clave de su sexenio. Cerró 2007 con campañas contra el crimen organizado, de apoyo intensivo a damnificados, de negociación insólita de reformas constitucionales. Ganó para su causa el control del PAN, al reducir al grupo de Manuel Espino, que lo atacó desde la campaña presidencial. Las condiciones están dadas para que el michoacano despliegue sus capacidades personales en la realización de más reformas, programas de gobierno, y en la transformación del presidencialismo, el mal que lo agobia desde que llegó al poder…
Juan Arvizu, “Vitral Político”, El Gráfico, 3 de diciembre.

Un solo dato desmorona el triunfalista discurso del inquilino de Los Pinos. Dice el Banco Mundial –que obviamente votó a favor del michoacano– que a estas alturas “en una escala donde 100 por ciento es la mejor calificación”, México tiene un nivel de 32.7 en “estabilidad política y ausencia de violencia”. Si a lo anterior se suma un promedio diario de ocho asesinatos por narcoviolencia, medio punto porcentual de incremento en la tasa de desempleo, un “crecimiento” económico 40 por ciento menor al de 2006, mayor concentración del ingreso y la riqueza, y fortalecimiento de monopolios y oligopolios, entonces el susodicho tendrá que dedicarse a otra cosa, porque al más puro estilo foxista de cinco, cinco incumplidas, y va por más.
Algunos ilusos creyeron que, tras la salida del PRI de Los Pinos, la “nueva” camada de gobernantes desmantelaría el viejo aparato y sus prácticas. Siete años después, lo único que ha hecho es apuntalar esa misma estructura que en el discurso se presume derruida.
Carlos Fernández Vega, “México SA”, La Jornada, 3 de diciembre.

El presidente Calderón cumplió el sábado un año en el gobierno y habrá que insistir en que se esté o no de acuerdo con las medidas adoptadas en este periodo, nadie puede dudar que ha habido un cambio notable con respecto a 2006, y destacar, una vez más, que muchos otros capítulos podrán estar en discusión, pero lo cierto es que se ha recuperado la gobernabilidad y, como lo dijimos hace ya varios meses, la Presidencia de la República, el poder que de ella deriva, ha regresado a Los Pinos.
La gobernabilidad se ha recuperado por la capacidad de maniobra política del gobierno y la buena voluntad de varios otros actores, pero también, e incluso así lo destacó Calderón en su discurso del sábado, porque se pudo garantizar la seguridad, cuando menos en sus capítulos más marcados. Sin recuperar la seguridad todo lo demás hubiera sido literalmente intransitable: la apuesta desestabilizadora del lopezobradorismo pasaba, en muy buena medida, por una generalización de la violencia que no necesariamente tendría una agenda política, pero hubiera servido para sus fines de impedir gobernar, de dejar al gobierno federal encerrado en Los Pinos, de hacer ingobernable al país. El haber tomado posesión en San Lázaro aquel viernes primero y haber lanzado los operativos antinarcotráfico han sido clave para hacer de ésta una administración viable y con posibilidades de éxito.
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 3 de diciembre.

En síntesis, en su primer año de ejercicio de gobierno, Calderón presenta claroscuros, que de un lado le reditúan una imagen y un liderazgo aceptado por el grueso de la población, y de otro, varias de sus acciones, tanto en lo político como en lo económico, resultan poco satisfactorias y abren interrogantes inquietantes que más temprano que tarde encontrarán respuesta.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 3 de diciembre.

El primer mandatario celebró el impulso renovador de reformas pensadas no para las próximas elecciones, sino para las próximas generaciones; celebró también haber sacudido inercias y creencias que nos ataban al pasado, al lamento por lo que no tenemos, al agravio permanente y al resentimiento. En un hecho inusitado, agradeció a sus adversarios políticos, a sus detractores y a la prensa las críticas que han hecho a su gobierno porque "me han obligado a mantenerme alerta, a no confiarme y a esmerarme en que el gobierno sea cada día mejor". ¡Ya ven, malosos, su esfuerzo no ha sido en vano!
Luis Soto, “Agenda Confidencial”; El Financiero, 4 de diciembre.

Y, ¿cómo ha sido Calderón en los asuntos más bien atenidos a la subjetividad? Respuesta sin datos duros: ha restaurado la seriedad de la Presidencia, no es poca cosa; la negociación política se reencauzó, increíble que se hubiera roto; hay una clara distensión entre las fuerzas políticas formales (por supuesto más allá de AMLO y seguidores atrapados por el dogma), distensión que se muestra en los acuerdos legislativos; hay mayor disciplina en el grupo gobernante; sus reflejos políticos, por ejemplo frente a desastres naturales (Tabasco), son mejores que los de Fox; la familia presidencial y en particular la esposa han dejado de ser tema de polémica; no se le identifica con una actitud pendenciera, etcétera.
Federico Reyes Heroles, Reforma, 4 de diciembre.

Los mensajes que desde la Presidencia de la República, machaconamente, se reproducen en los medios de comunicación son los primeros en tratarlo no como jefe de Estado, sino como aspirante a tomar el mando. Resabios de una lucha que continúa repercutiendo en el ambiente público y que, en vez de ser atemperada desde Los Pinos, sigue siendo avivada desde allí.
A esta especie de jet lag, o sea, quedarse atrás con el horario de partida, hay que agregar, como “estilo personal de gobernar”, la asunción de lo que entre los especialistas se conoce como “el pensamiento estratégico”: ver a la política como un campo de batalla en el que lo importante es doblegar al oponente. Por ello, el PRD y Andrés Manuel López Obrador subsisten como los blancos preferidos. Voluntaria o involuntariamente, así se han tomado episodios como el ataque del secretario del Trabajo, Javier Lozano, en contra de la ayuda proporcionada a Tabasco por el Gobierno del Distrito Federal o las campanadas de Catedral cuando se efectuaba en el Zócalo capitalino la Convención Nacional Democrática. Pequeñas argucias de las que se trata de sacar raja según se vayan presentando las coyunturas
José Fernández Santillán, El Universal, 4 de diciembre.

El licenciado Calderón dio a conocer, preguntado sobre andanzas foxistas y martísticas presuntamente delictivas, que durante su gobierno no habrá “juicios sumarios para satisfacción de revanchas políticas o de cualquier índole”. Con una prudencia marca 0.56 por ciento, el actual ocupante de Los Pinos aseguró que será “respetuoso de él (de Fox, una sombra de minimato a la que el agradecido Felipe sigue llamando “presidente” y con la que mantiene un “diálogo eventual”: acotación por cortesía de Hildebrando & Bribiesca Tours) y de otros presidentes (¿también el llamado legítimo?), así como de todos los mexicanos (¡ah: chas gracias!)”.
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 4 de diciembre.

Son muy diversos, y hasta encontrados, los pareceres sobre el primer año de la administración encabezada por Felipe Calderón. Aun los datos resultantes de la indagación de la opinión pública difieren. Mientras que Reforma halló que el nivel de aprobación se mantiene por encima del 60 por ciento, y que el 64 por ciento registrado en el cuarto trimestre de su gobierno está sólo un punto por debajo de su nivel máximo, alcanzado a mediados de 2007, Roy Campos encuentra que bajó de ese nivel de 65 por ciento (casi 66 en junio-agosto) a 58.9 por ciento. Como inevitable dato complementario, en la investigación de Reforma se mantiene uniforme el nivel de desaprobación, en torno a 23 por ciento, mientras que para Consulta el desacuerdo ha crecido desde 31.5 por ciento hasta 38.5 por ciento, lo que deja un promedio de 33.8 por ciento para todo el año.
Miguel Ángel Granados Chapa, “Plaza Pública”, Reforma, 4 de diciembre.

El asunto tiene salida y muy fácil: es positivo el primer año de gobierno ¿sí o no? ¿Por qué sí o no? Hay argumentos sólidos y blandos, más bien subjetivos. Reforma publicó un cuadro comparativo entre administraciones: Variación porcentual del PIB: Zedillo, menos 6.2 por ciento; Fox menos 0.2 por ciento; Calderón más 3.1 por ciento. Inflación: Zedillo 52 por ciento; Fox 4.4 por ciento; Calderón 3.8 por ciento. Exportaciones enero-octubre: 65 mil millones de dólares; 134 mil millones de dólares; 224 mil millones de dólares. Número de asegurados en el mismo orden: menos 586 mil; menos 197 mil; más 950 mil. El desempleo abierto sin embargo ha aumentado. La lista podría continuar: inversión extranjera, inversión en infraestructura, etcétera. Éstos son algunos de los asuntos medibles. Las incautaciones de droga no tienen precedente. Aun así la injusticia valorativa continúa. Fox y Calderón no hubieran podido presentar las cuentas que hoy tenemos sin el trabajo de Zedillo, por ejemplo. Pero entonces por lo menos hay que intentar un balance verdadero y una definición al respecto.
Federico Reyes Heroles, Reforma, 4 de diciembre.

No, Felipe Calderón no metería las manos al fuego por Fox. “Es una irracionalidad” decir algo semejante, precisó, aunque no han faltado algunos de su equipo que ofrezcan tatemárselas, entre ellos el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña. Calderón cree que el ex presidente es una persona honesta; no lo protegerá si cometió algún delito, pero tampoco permitiría que lo sujeten a juicios sumarios para satisfacer venganzas políticas. Dejó clara su posición cuando habló durante más de 30 minutos con Jacobo Zabludovsky en el programa De una a tres de ayer. Como la acción penal corresponde ejercitarla a la Procuraduría General de la República, y su titular, Eduardo Medina Mora, es un empleado de Calderón –y ex empleado de Fox–, lo más seguro es que la famosa Zebra, la señora Marta y parentela no serán alcanzados ni por el molesto claxon de un jeep rojo
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La jornada, 5 de diciembre.

De esta forma, el mayor logro del gobierno de Calderón en este primer año debe medirse no por lo que hay, sino por lo que ya no hay: inestabilidad, conflicto y enfrentamiento con la oposición. Y en este proceso la clave ha sido la capacidad negociadora del Presidente, que se reflejó con claridad en la aprobación de la reforma electoral. Dicha reforma, que para un sector de los panistas duros fue una concesión a López Obrador, era indispensable para recomponer la relación con la izquierda. El tener un árbitro electoral aceptado por las principales fuerzas políticas es una condición fundamental en cualquier democracia. El haber mantenido al Consejo General del IFE tal cual aseguraba un nuevo conflicto en 2009 y era un impedimento central para cualquier comunicación entre Calderón y el PRD
Jorge Chabat, El Universal, 6 de diciembre.

La situación no está para festejar, sino para vigorizar esfuerzos, pero debe admitirse que se han desactivado varios preocupantes detonadores en distintos campos de la vida nacional, lo que inspira confianza y genera consenso para Calderón.
Con esos logros, alcanzados en poco tiempo y en medio de un limitado margen de operación, es patente algo de lo que el Presidente es capaz de hacer y da una idea de lo mucho que aún hará.
Con la legalidad como fundamento de su gobierno, Calderón no tiene más que seguir adelante; la legitimidad que algunos le niegan en términos meramente declarativos le vendrá de manera natural y enfática por parte de sus gobernados.
Oscar Mario Beteta, “En Petit Comité”, Milenio, 6 de diciembre.

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