Marcelo activa bomba pública

Marcelo Ebrard activa la cuenta regresiva de una bomba política que habrá de estallar 59 días adelante, el 27 de julio: la consulta popular en el Distrito Federal, convocada por él, “para que el pueblo decida” qué hacer con la reforma petrolera, no del espurio, pepele o ilegítimo de Felipe Calderón, sino del Ejecutivo federal, dice, “lo que tenemos de Ejecutivo”, castiga.

Santiago Creel endurece el rostro, como en aquel día de toma de tribuna. Otros legisladores del PAN dejan de escribir notas para ver, escuchar, escrutar a Ebrard, el objeto de una ofensiva que ocupa analistas del grupo en un “cuarto de junto”.

Rubén Camarillo, Jorge Ocejo, Juan Bueno, César Leal, Juan José Rodríguez Pratts, José González Morfín tensan la mirada, aguzan el oído. Buscan un lado débil del oponente que es el político con más poder, después del Presidente de la República.

El perredista es la presa del día. Qué importa la empresa mixta de estados productores que propone Fidel Herrera; poco caso atrae Eugenio Hernández (Tamaulipas) con sus exigencias de buen manejo de excedentes petroleros; tampoco Leonel Godoy (Michoacán), con sus coincidencias del debate y su discurso neutro.

Carlos Navarrete (PRD) borra cualquier expresión de su rostro. Observa cada detalle de ese hombre alto, de aspecto joven, que de continuo chupa su labio inferior y que, sin embargo, tiene control absoluto de sus nervios.

Para Ebrard, el momento es de altura. Hay que recordar la lluvia de luces de cámaras fotográficas que lo bañaron al llegar: aquello ha sido un rito al estilo de un presidenciable. Las mujeres le sonríen, le lanzan guiños, gestos coquetos. ¡Cuánto cariño al poderoso con posibilidades al 2012!

El calibre de la jugada de Ebrard, el “sí” o el “no” a la reforma, pone a trabajar el calibrador de quilates políticos de Manlio Fabio Beltrones.

Marco Antonio Adame, gobernador panista de Morelos, en la línea de ataque forma escuadra con Juan Manuel Oliva, de Guanajuato, y con el senador Gustavo Madero, quien repudia el “referéndum zocalero” que patrocina Ebrard. Mientras, Rubén Camarillo, hace lo suyo: acusa que el jefe de Gobierno es un privatizador local que usa máscara nacionalista. Ambos cambian retos a discutir cuando sea y donde sea el tema petrolero, el cual, en palabras de Francisco Labastida, “es un rompecabezas muy complejo”.
Juan Arvizu, El Universal, 30 de mayo.

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