Los sepultan bajo los nombres de John y Jane Doe; son los emigrantes que mueren en el desierto de Arizona en su afán por conquistar el sueño americano

Sobre su tumba se escribió una pequeña placa con el nombre de John Doe y enseguida, el numero 50. Y no es el único: los John Doe se multiplican en los cementerios olvidados de Estados Unidos, como el de Holt Ville.

Este, el numero 50, se llamara así por la eternidad... A menos que el Programa de Identificación de Migrantes Muertos de la Oficina Médico Forense del Condado de Pima, en Arizona, logre confirmar su verdadera identidad.

Antes de ser sepultado, a John Doe 50 —quien fue encontrado por la Patrulla Fronteriza en el desierto de Arizona— se le cortó un pedazo de hueso con el cual se podría realizar un examen de ADN y después cruzar el resultado con la muestra de sangre de algún integrante de una familia que haya reportado la desaparición de un hijo, de un padre, de un esposo inmigrante.

O de una hija, una madre.... También mueren mujeres en la zona desértica y en los camposantos de cruces tristes se les registra como Jane Doe.

Como el de John Doe 50, con una extracción de hueso lista para ser enviada a un laboratorio, hay alrededor de 200 casos en la Oficina Forense de Pima, según reporta Robert Hoover, de la organización Humane Borders. Cada prueba de ADN supera los 2 mil dólares. Se han reportado 50 expedientes de éxito.

Cien cuerpos más se mantienen en refrigeración, a la espera de ser reclamados, o de que un dato coincida y haga posible una última despedida en casa, la casa que se dejó por hambre e indiferencia.

El Programa de Identificación, cuyo presupuesto es de 200 mil dólares anuales, es encabezado por dos médicos expertos en ciencia forense: Bruce Parks y Bruce Anderson, y es apoyado, no sólo por Human Borders, sino por los cinco consulados de México en Arizona: Phoenix, Nogales, Tucson, Douglas y Pima.

Por cuestiones de presupuesto y espacio, un cuerpo puede mantenerse refrigerado hasta por un año. Si no hay éxito en la búsqueda, se procede a la sepultura o a la cremación, método utilizado en el 70% de los casos.

Cualquier característica es útil para la identificación: la dentadura, un tatuaje, la ropa, un lunar, un nombre, una cicatriz...

El primer paso es consultar el Sistema de Identificación de Restos y Localización de Individuos (SIRLI), conformado por los consulados de México en Estados Unidos y la Secretaria de Relaciones Exteriores, y que contiene una base de datos de personas desaparecidas.

Después, la búsqueda: comparación de datos, fotografías, huellas, reportes policiacos y familiares... El proceso puede llevar meses, un año o más.

“Uno de los principales problemas es que la mayoría de los cuerpos se encuentran en estado de descomposición, y los paisanos cruzan sin credenciales ni papeles; algunas veces se encuentran sólo restos óseos y eso dificulta el trabajo”, dice Richard Elías, presidente de la Junta de Supervisores del condado de Pima y defensor de inmigrantes.

Y hay un obstáculo más: son los agentes de la Patrulla Fronteriza quienes, en un gran porcentaje, localizan los restos. Y se han identificado casos en los cuales ocultan o pierden evidencias.

“Consumada la identificación, la prioridad es enviar los restos de la persona a su familia, que en el 99% de los casos no puede sufragar los gastos originados por el envío: más de 2 mil dólares, por lo que el gobierno mexicano se hace cargo”, dice Elías.

“Entre más lejos esté la familia, más difícil será ofrecer un buen resultado”, asegura Robert Hoover.

Ahogados, deshidratados, congelados y asesinados son enviados a Holt Ville y otros cementerios. Dejan ahí de ser quienes fueron. Y tal vez para siempre serán John o Jane Doe...ç



Los Datos



Cifras de la PF

1138 migrantes muertos entre el 1 de octubre de 1999 y 30 de septiembre de 2007.

70% de los decesos se han registrado en Pima, Pimal y Santa Cruz, Arizona.

82% son de origen mexicano, 16% centroamericanos y sudamericanos y 2% de otras naciones

287 muertos en el 2004 en el desierto de Arizona, el año récord de la zona
Daniel Blancas Madrigal en Tucson, Crónica, 21 de diciembre.

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