Mexicanos, 80% de los migrantes que cruzan a EU cada año: ONG

Tucson, Arizona, 20 de diciembre. Entre la última semana de febrero y la primera de marzo de cada año, en lo que se conoce como “la semana pico”, 6 mil 500 migrantes en promedio intentan cruzar la frontera hacia Estados Unidos por la región del desierto de Arizona, señala el reverendo Robin Hoover, presidente de la organización no gubernamental Humane Borders (Fronteras Compasivas).

Aunque los migrantes que vienen sin documentos –precisa en entrevista el reverendo– empiezan a llegar al país a mediados de enero y hasta la primera quincena de mayo, lo que es la época de mayor afluencia, el flujo se extiende hasta julio, aunque ya en menor porcentaje.

Miembro de la iglesia cristiana, el religioso dice que empezó su activismo a mediados de 1986, el cual consistió en dar comida, ropa y cobijas a los centroamericanos que cruzaban por México durante las guerras en Nicaragua, Guatemala y El Salvador.

Robin Hoover, quien desde hace más de 20 años apoya a los migrantes, recuerda: “primero trabajé más en lo referente al asilo político y con refugiados, sobre todo cuando los guatemaltecos y nicaragüenses huían de sus naciones y los salvadoreños se veían obligados a migrar”.

Alzamiento del EZLN

Incluso –apunta–, “en 1994, cuando el conflicto en Chiapas por el alzamiento del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), estuve en México ayudando a los indígenas. Hubo muchos problemas.

“Y ya para 2000, cuando se endurece aún más la política migratoria de Estados Unidos y empieza a saberse sobre las muertes en esta parte de la frontera, me dediqué a ayudar a los migrantes.

“Por estos días –señala el reverendo– no hay muchos que traten de ingresar a Estados Unidos. Es la temporada en que salen o ya se han ido, y vuelven los flujos a mediados de enero y hasta julio. Aunque su intensidad es mayor en la última semana de febrero o la primera de marzo. Y para eso, hay que estar listos, y ellos no vienen preparados para lo que van a afrontar. Algunos intentarán cruzar la línea fronteriza por primera vez. Otros ya lo han intentado varias veces, de cuatro hasta 10, y en alguna de esas logran pasar”.

Entrevistado en sus oficinas, después de un recorrido por parte del desierto, Robin Hoover señala: “desde 2000, cada año ingresan al país cientos de miles de migrantes. Actualmente se estima que llegan más de 600 mil al año, de los que se calcula que 480 mil son mexicanos”.

Cuenta que “fue en 2000 cuando fundamos Humane Borders, con el objetivo de pugnar por una frontera justa y humana. Nos dedicamos a proveer agua a quienes se internan por el desierto, porque la mayoría de las muertes que ocurren ahí es por deshidratación, aunque también fallecen por frío, por golpe de calor o por picaduras de animales.

“Humane Borders ha consolidado su trabajo con la ayuda de muchas organizaciones civiles, sociales, religiosas y académicas, así como con el trabajo de decenas de voluntarios, más de 150 ahora –precisa–, pero han colaborado más de 7 mil 500 para llevar agua al desierto para los migrantes”.

Señala que actualmente tienen 96 estaciones de agua por esta vasta región desértica. Cada año se llevan 25 mil galones y los voluntarios hacen por lo menos 90 viajes de mantenimiento”.

Manifiesta que debido a las leyes, “que cada vez son más duras, no podemos entregar mapas a los migrantes con la ubicación de las estaciones. Muchos ya las ubican, y pasan la voz de dónde están, pero por la persecución de que son objeto, cada vez se internan por rutas diferentes, aumentando los peligros que corren”.

Ayuda bastante la tecnología –dice–, ya que muchos traen teléfono celular. Con las señales GPS se pueden salvar vidas, por ello impulsamos que se coloquen más torres en el desierto, ya que hemos visto que muchos indocumentados se han salvado porque cuando ya están muy mal mandan la señal de auxilio por su teléfono, y es posible localizarlos; si hubiera más torres, más vidas podrían salvarse”.

En la entrevista, Robin Hoover, quien en 2006 recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos de manos del ex presidente Vicente Fox, comenta que “los indígenas tohono o’odham no permiten que en su vasto territorio del desierto se coloquen estaciones de agua, porque ahí hay actividades ilícitas, como tráfico de armas, drogas y otros, y no quieren problemas, aunque reconoce que en algunas ocasiones, cuando hay muchos migrantes extraviados en esa zona, les han brindado ayuda para sobrevivir; pero son las menos”.

Víctor Ballinas enviado, La Jornada, 21 de diciembre.


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