La fe mantuvo vivos a secuestrados

TIJUANA, BC.— Esta Navidad será diferente para tres empresarios que fueron liberados de sus secuestradores, tras interminables días de cautiverio en los que sufrieron tortura sicológica, golpes y hasta mutilación.
Sin poder reponerse física y emocionalmente de las huellas que su secuestro les dejó, refieren que cada día creían que ya no verían más a sus familias. Sin embargo, por las noches renovaban la esperanza de amanecer vivos y mientras escuchaban los noticiarios de televisión, que sus captores ponían a todo volumen, se esforzaban por no perder la noción del tiempo.

Apenas fueron liberados por las fuerzas federales, aceptaron hablar del suplicio que enfrentaron, aunque sin identificarse, para evitar represalias.

Uno de ellos hizo saber que en su secuestro participó un presunto policía municipal del área de Tránsito, otro mencionó que había sufrido intentos de extorsión, y el tercero mostró su mano a la que le cercenaron un dedo cuando se encontraba sedado.

Los tres decidieron que después de la pesadilla seguirán radicando en Tijuana, donde tienen sus raíces y lo poco que les quedó después del plagio, pues sus familiares habían entregado el rescate.

En entrevista, uno consideró que la pena de muerte es el castigo más adecuado para los secuestradores, pues no sólo afectan la vida de las familias de quienes caen en sus manos, sino que también generan incertidumbre entre la sociedad entera.

Los tres fueron rescatados por elementos del Ejército, gracias a una denuncia ciudadana anónima que permitió dar con una casa de seguridad donde los tenían cautivos. Estaban amordazados, maniatados y con la esperanza de sobrevivir casi perdida.

Agradecen a los soldados

De espaldas y con el rostro cubierto, aceptaron dar testimonio de sus experiencias. Incluso, uno aprovechó para agradecer el trabajo del Ejército y la denuncia ciudadana que permitió su liberación.

Al preguntarles si esperaban ser liberados antes de la Navidad, uno de ellos respondió: “Esto nunca pasa por la mente, porque después de tantos días amagados, se va la ilusión de vivir. Esto es algo duro, muy duro de sobrellevar”, expresó.

Del trato que les daban los captores, indicaron que la mayor parte la pasaron mal, porque, según relataron, ni siquiera podían platicar entre ellos.

Esto no fue impedimento para que se enteraran de que en la casa de seguridad donde los retuvieron había otras personas privadas de su libertad. Dijeron que a pesar de estar en el mismo sitio, nunca pudieron comunicarse entre sí.

Escuchar los programas de televisión que alguna vez vieron en su hogar, pero sobre todo pedir la ayuda de Dios, fue lo que les permitió mantener la esperanza de salir libres.

Al recobrar su libertad, las tres víctimas conminaron a la comunidad para que denuncie cualquier situación sospechosa que observe, y a quienes se encuentren en cautiverio, les pidieron soportar todo, hasta que alguien se atreva a denunciar y llegue el rescate.

Julieta Martínez corresponsal, El Universal, 20 de diciembre.


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