Reubicaciones los obligan a migrar

NUEVA YORK.— Todos eran comerciantes, ambulantes o fijos, y su éxodo comenzó cuando el gobierno de Marcelo Ebrard abrió la era de reubicaciones, expropiaciones y desplazamientos en el Centro Histórico.

Allá, en La Meche, a Fernando lo conocían como El piñas, porque vendía su jugo en un puesto del Anillo de Circunvalación, y su hijo Paco, quien trabajaba con él, fue el primero en apoyarlo, en julio del año pasado, cuando el negocio se vino abajo: “Vámonos para el otro lado, le dije, y acá estamos.

“Dos días después del desalojo del predio de Santo Tomás 47 ya me estaba yendo a la frontera”, cuenta Fernando.

“Decidí venirme, acá sí hay trabajo, ya otras veces había venido. Luego se vinieron mis hijos. A Carlos también le dije que se viniera, pero no sabía que me iba a tomar la palabra”, dice el hombre, entrado en los 40, ayudante de cocina y lavaplatos en la zona del West Village.

Se refiere a Carlos Hernández, quien habitaba un predio expropiado por el gobierno donde además había instalado una microempresa de agua potable, y que ante el acoso de deudas y nulas opciones decidió emigrar.

Según sus cálculos, habrá desde 800 hasta 2 mil migrantes llegados de la zona del centro de la ciudad de México en los últimos tres años, indocumentados todos, diseminados a lo largo de centenares de restaurantes, tiendas, almacenes y construcciones neoyorquinas, casi sin entrar en contacto unos con otros.

Pepe Zamora, quien también vive con ellos, se dedicaba a vender artículos escolares en Correo Mayor y El Carmen, ahora es ayudante de albañil en una construcción en el Midtown.

En el año 2000 el Centro de Estudios de Migración (CIS, por su denominación en inglés) reportó la presencia de 170 mil 400 mexicanos en esta ciudad, para 2007 la misma institución radicada en Washington estimó que la cifra pudo haberse duplicado.

Y la población nacida en el Distrito Federal, los exiliados del fracaso económico, puede alcanzar 9% del total, lo que representaría entre 90 mil y 100 mil capitalinos en la Gran Manzana.

La ciudad de Nueva York se convierte en meta, porque los mecanismos para conseguir empleo han cambiado, y la colocación rápida en actividades más o menos bien remuneradas está garantizada, dice Carlos Hernández.
Nota de Luis Guillermo Hernández, El Universal, 21 de mayo.

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