Mueren 10 mil indocumentados en la frontera en 14 años: CNDH

Arivaca, Arizona, 18 de diciembre. En este sitio del desierto estadunidense, donde según la organización Humane Borders han muerto entre 1999 y septiembre de 2007 mil 138 migrantes en su intento por alcanzar el sueño americano, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes Fernández, demandó, “una vez más, que se respete el derecho esencial, el que da sentido a todos los demás: el derecho a la vida”.

Soberanes acudió a Arizona por invitación de Robin Hoover, presidente de Humane Borders, organización civil que recibió en 2006 el Premio Nacional de Derechos Humanos por colocar estaciones de agua en el desierto en beneficio de migrantes mexicanos y centroamericanos que buscan internarse en Estados Unidos.

La convocatoria al ombudsman fue precisamente para inaugurar dos de esas estaciones. En ese contexto, el titular de la CNDH se refirió al saldo de los últimos 14 años de política migratoria estadunidense:

“Tomando en cuenta sólo el cálculo más conservador del número de muertos, el resultado es devastador: en 5 mil 110 días han fallecido 5 mil personas. Una muerte diaria en la frontera desde hace ya más de una década.”

Pero, “de acuerdo con las cifras de diversas organizaciones humanitarias, la cantidad es superior a 10 mil víctimas”.

“En el más completo desamparo”
Aquí, en el desierto, donde hay temperaturas extremas casi siempre, de más de 45 grados en época de calor, y bajo cero, en el invierno, los migrantes mexicanos y latinoamericanos, casi siempre sin ayuda posible, experimentan una profunda angustia, “una soledad absoluta y, en ocasiones, la fatal cercanía de la muerte en el más completo desamparo”, subrayó Soberanes.

El ombudsman recorrió una parte de esta vasta extensión del desierto de Arizona, que se ha convertido en el segundo lugar por donde más mexicanos y latinoamericanos intentan cruzar en busca de mejores oportunidades. Muchos perecen en su intento.

El religioso Robin Hoover salió por la mañana de su iglesia, ubicada en Tucson, Arizona, hacia el condado de Arivaca, en compañía de Soberanes. Pasaron por la reservación india San Xavier, por Sahuarita, Green Valley.

Continuaron a lo largo de la carretera hacia Nogales. Pasaron de largo por Pima Mine, Titan Missile, Santa Cruz River, Canoa Hills, Torre Blanca, San Ignacio y Roades Ranch, hasta llegar a Arivaca.

Se sentía ya el frío del invierno, que se adelantó. Soplaba un ligero viento. Los matorrales estaban pelones. Las cumbres de algunas montañas ya se veían blancas.

Llovió por la noche y la madrugada, lo que hacía resbaloso el camino. Las camionetas se barrían al entrar por las veredas que utilizan los migrantes cuando se internan por esta parte del desierto.

Es una vasta extensión solitaria. La vegetación luce ya su vestido invernal: sólo ramas sin hojas. Espinas y arena. Entre las brechas hay mochilas tiradas, abandonadas por los migrantes. Unas vacías; otras guardan aún ropa, alimentos y medicinas.

Entre las ramas sobresalen tres mochilas, juntas. Una de ellas conservaba aún metronidazol, diazepam, ampicilina, un cepillo dental y latas de comida.

Junto a ella, otras, vacías, y más allá, en el suelo, se encuentran camisas, pantalones y suéteres. “Era la ropa que los migrantes traían puesta, seguramente llegaron por ellos en camionetas –los polleros– para llevarlos a los lugares donde trabajarán”, dijo el reverendo.

En esta fecha, cuando se conmemora el Día Internacional del Migrante, Hoover quiso hacer un homenaje a Soberanes por su defensa de los migrantes mexicanos y latinoamericanos que en su travesía padecen un sinfín de violaciones a sus derechos humanos: “robos, asaltos, violaciones sexuales –hombres y mujeres–, secuestros, golpes, detenciones arbitrarias”, entre muchos otros.

Por eso lo invitó a la inauguración de dos estaciones de agua –una de las cuales lleva el nombre del titular de la CNDH– que se colocaron en esta parte del desierto, para que los migrantes puedan saciar su sed.

Douglas Ruofp, quien ahora es empleado de Humane Borders, pero trabajó de voluntario durante siete años, afirma:

“Este año los voluntarios encontraron a dos personas muertas en el desierto. Es un espectáculo nada grato. No es fácil hablar de ello; es un golpe muy duro, porque están quemados por el sol, o sus cuerpos han sido devorados, en su totalidad o en gran parte, por animales.”

La semana pasada, añade Roufp, los voluntarios encontraron a un mexicano en este desierto. “Dijo que juega futbol, pero no podía continuar ya. Los compañeros con los que viajaba lo dejaron abandonado. Tuvimos que hablarle a la Patrulla Fronteriza para que lo sacara de aquí y lo deportara. Nosotros no podemos subirlo a un auto, eso está penado por la ley.

“Pero él dijo que volverá, que lo intentará de nuevo; sólo que será con otro grupo, con personas mayores, para que no se quede él en el camino.”

El ombudsman hizo un llamado al gobierno estadunidense a “respetar el derecho a la vida”. Hace 14 años, “cuando Estados Unidos empezó a incrementar la vigilancia en la frontera, los flujos migratorios tuvieron que alejarse de las zonas urbanas” hacia áreas “cada vez más peligrosas”.

Desde entonces, abundó, “han muerto en la franja fronteriza más de 5 mil migrantes mexicanos, según los datos oficiales. De acuerdo con las cifras de diversas organizaciones, la cantidad es superior a 10 mil víctimas”.

Más de 500 personas mueren cada año, sostuvo Soberanes, “por caminar por estas fronteras sin suficiente agua para beber, con una mala o escasa alimentación o sin la ropa adecuada”.

La muerte lenta acosa y en miles de casos arrebata la vida con inmensos sufrimientos, abundó. Las causas que se asientan en los certificados médicos son deshidratación, congelamiento, golpe de calor, ahogamiento, asfixia y homicidio.

Esas son causas reconocidas, añadió, pero otras son las causas primeras, estructurales. “Por un lado, la incapacidad de los estados nacionales para brindar oportunidades de desarrollo a sus habitantes”, lo cual “debe ser señalado y atendido”.

Por otro lado, “una política migratoria basada en la contención, que contrasta con la necesidad de mano de obra y en las amplias y reales expectativas que ofrece Estados Unidos en materia de empleo. Esta política ha sido ineficaz. Cada año, durante los últimos cinco, más de 500 mil personas han emigrado”.

Del desierto el ombudsman se trasladó a Nogales, Sonora, donde inspeccionó los puntos del Programa Paisano, las garitas y la aduana. Ahí le reportaron que “este año repatriaron de Estados Unidos en promedio 11 mil migrantes mensuales por esta frontera. Entre 70 y 80 por ciento son mexicanos”.

Víctor Ballinas, La Jornada, 19 de diciembre.


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