Arzobispo de Santiago rechaza la intolerancia interna y pide una vía de diálogo y respeto


La Habana, 26 de marzo. Al dar la bienvenida al papa Benedicto XVI, el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García, rechazó la injerencia extranjera en la isla y la intolerancia interna, y reclamó una vía de diálogo, de respeto mutuo y de reconciliaciónpara un país que describió como plural.
García, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, dirigió un saludo al visitante, en la misa que ofició el pontífice en Santiago, en la Plaza de la Revolución que lleva el nombre del héroe insurgente Antonio Maceo.
Fuera de temporada, un frente frío avanzó hacia el oriente del país y a mitad de la liturgia descargó una intempestiva lluvia sobre la multitud, que sin embargo se mantuvo a pie firme en la celebración.
En primera fila, en guayabera, permanecieron bajo el chubasco el presidente Raúl Castro, el vicepresidente Esteban Lazo y el canciller Bruno Rodríguez, entre otras autoridades.
Al final de la celebración, en un gesto que prolongó la acentuada cortesía que ha dispensado al Papa, Castro subió hasta el altar y lo despidió personalmente.
García expuso la visión de la jerarquía católica sobre la situación en Cuba y sus alternativas, mezcla de nacionalismo y pluralismo interno:Recelamos de toda injerencia foránea en nuestros asuntos y nos sentimos comprometidos en lograr, con esperanza y decisión, una república próspera, incluyente y participativa.
Con todos y para el bien de todos, añadió el prelado, repitiendo una de las citas más conocidas del prócer independentista José Martí.
El altar quedó ubicado en la misma posición que tuvo el de Juan Pablo II en 1998. A un lado se levanta la estatua ecuestre de 16 metros de Maceo. Atrás, en primera línea, despunta el conjunto escultórico que representa a los machetes de la insurgencia campesina del siglo XIX. Al fondo, en el horizonte, se levanta la Sierra Maestra, símbolo de la revolución cubana.
Aunque claro y directo, el mensaje de García reflejó un tono propositivo. Su antecesor, el desaparecido Pedro Meurice, recibió a Juan Pablo II con un discurso polémico, en el que deploró la existencia de un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas década y la cultura con una ideología.
Somos un solo pueblo, pero con diferentes criterios en cuanto al camino a seguir para buscar un futuro mejor, expuso García. Dijo que ese empeño ha tenido obstáculos como “los egoísmos, la incapacidad de diálogo y de respeto al otro, la presencia de intereses ajenos a los nuestros, la exclusión y la intolerancia, el acentuar las diferencias, hasta llegar a ser irreconciliables, en vez de buscar las coincidencias que nos animan a caminar juntos.
Hemos llegado a la violencia entre cubanos que hace sufrir a todos y no beneficia a nadie, hiere la dignidad y dificulta el verdadero desarrollo material y espiritual de nuestro pueblo. Es necesario superar todas las barreras que separan a los cubanos entre sí, agregó el arzobispo de Santiago.
La multitud lo cobijó con fuertes aplausos cuando citó una frase del canto más popular de la Virgen de la Caridad (Todos tus hijos a ti clamamos, Virgen Mambisa, que seamos hermanos) y cuando recordó a Meurice.
La homilía de Benedicto XVI estuvo concentrada en la lectura evangélica del día, pero el Papa dedicó una parte a refrendar la idea de que la Iglesia católica está cerca de los problemas de los cubanos: Sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su país, y en este tiempo de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres.
Pidió aceptar con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción y alentó a los católicos cubanos a fortalecer sus creencias y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre.
Gerardo Arreola, La Jornada, 27 de marzo.

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