Unen inconformidad

El factor de cohesión de las alrededor de 100 mil personas -según estimaciones de las autoridades del Distrito Federal- que marcharon ayer del Ángel al Zócalo fue el repudio al regreso del PRI al poder y el desconocimiento de Peña como triunfador de la elección del 1 de julio.

Estudiantes, adultos mayores, amas de casa, activistas de Morena, sobrevivientes del SME, entre otros, se congregaron sobre Reforma en respuesta a una convocatoria difusa que nadie acabó de atribuirse, y de la que el movimiento #YoSoy132 se deslindó en un comunicado difundido a mediados de la semana.

La asistencia, sin embargo, fue igual o mayor a la de las marchas anti Peña realizadas en vísperas de la elección.

"Al grito de "¡Fraude!... ¡Fraude!", la marcha partió exactamente a las 15:00 horas del Ángel.

"Hoy no importa si somos o no de #YoSoy132. Hoy todos somos anti Peña", gritaba Bárbara Carrillo con un tapabocas con la leyenda "No más silencio".

Contra el temor de muchos, y a pesar del tono marcadamente más radical de la manifestación respecto a las convocadas por #YoSoy132, no se registraron incidentes de importancia durante el trayecto, ni se observaron pintas en edificios.

"¡México, sin PRI!" y "¡Fuera Peña!" destacaron entre las consignas más coreadas por los participantes en la marcha, a la que en una una de las invitaciones que circuló en redes sociales se puso como lema "Exigimos democracia".

Aisladas, pero constantes, se escuchaban también expresiones de apoyo al candidato presidencial del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador.

Algunos grupos portaban mantas impresas por computadora, pero la mayoría expresó su inconformidad mediante cartulinas. "Aún tengo sueños intactos", se leía en una de las más optimistas.

Un grupo de estudiantes de enfermería obsequiaba rosas a los policías de tránsito. "Gracias por cuidarnos", les decían.

El tono imperante durante el recorrido, sin embargo, fue más bien lúgubre. Un grupo cargaba un ataúd de cartón negro con el mapa de México en el centro y el nombre de los últimos presidentes a los costados.

En el algunas pancartas se leían frases amenazantes. "!Compraste votos. Compraste revolución!", advertía una de ellas.

Un estandarte captaba la atención de las personas a su pasó, que lo celebraban con aplausos. "La alfombra roja está puesta", indicaba debajo de la imagen de un hombre con cabeza de televisión con un México ensangrentado en la suela de uno de sus zapatos.

Al llegar a Avenida Juárez, los manifestantes colmaban todos los carriles. Los primeros contingentes arribaron al Zócalos pasadas las cuatro de la tarde y en punto de las cinco, marcadas por el reloj de la Catedral, entonaron a todo pulmón el Himno Nacional.

Fue el único en el que Perla Castaño, estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, bajó de sus brazos la pancarta que rezaba "Lucrar con el hambre de México no es democracia".

No hubo templete, ni bocinas, ni discursos, pero sí música.

Tomados de las manos alrededor del asta bandera, decenas de personas guardaron silencio para escuchar los tambores y el caracol prehispánico de los concheros.

La pluralidad también se expresó en los ritmos escuchados la plancha del Zócalo. Reguetón, batucada, rap y ska formaron parte del menú.

El estribillo "No me trates, no. No me trates de engañar. Sé que tu tienes a otra", de El General, puso a bailar a decenas.

Con todo, no cesaron las consignas contra Peña y el PRI.

"¡Peña no ganó. El IFE le ayudó!", retumbó en la Plaza de la Constitución.

Empoderados con máscaras, pancartas y gritos, los manifestantes competían por ser los más originales.

Un arlequín triste señalaba una enorme cartulina donde acusaba a Peña de haberle quitado su trabajo de payaso. Entre muecas y mímica recorría los grupos en silencio, restregándose los ojos, como secándose las lágrimas.

Otros llevaron cargando hasta la plancha del Zócalo un televisor que, sosteniendo entre varios en las manos, arrojaron y cacharon en el aire, hasta que al tercer intento cayó entre gritos de decenas de jóvenes, que se encargaron de pulverizar el símbolo con los pies.

Una pequeña niña de siete años, parada sobre un registro de teléfono y pegada a la pared, sostenía una cartulina que le cubría el cuerpo y en la que se leía "Sufragio Efectivo o ¿con tarjeta?".

Joaquín Camacho, de 90 años, guiado en su silla de ruedas por su nieto Pepe, portaba una pancarta en la que expresaba que no quería morir sin conocer la transformación del País.

"Tengo 90 años. He vivido infinidad de saqueos a mi México lindo y querido. Hoy la juventud me inyecta energía para estar aquí", explicó.

A nadie le importaba el dolor de garganta o el cansancio.

Una de las últimas cartulinas que entraron al Zócalo resumía el estado de ánimo: "México no está de luto. Está encabronado".


Adriana Alatorre, Reforma, 8 de julio.

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