Twitter pulverizó el discurso público

Cual Prometeo del siglo XXI, Twitter ha arrebatado a los dioses uno de sus atributos exclusivos y lo ha puesto al alcance de los seres humanos: la omnipresencia.

Por lo menos esa fascinante sensación se experimenta cuando nos enteramos en tiempo real, a través de ese medio, de que Barack Obama está abordando el avión presidencial para iniciar una gira por Sudamérica; que la actriz Vanessa Bauche y el cantante de Calle 13, René Pérez, tienen insomnio, cada uno en su cama; que Bianca Jagger está preocupada por la represión y muerte de civiles en Libia; que Arnold Schwarzenegger se echa un rollo patriótico-militarista; que en Los Ángeles “la reina de la anarcumbia”, Amandititita, agarró la parranda y empezó a debrayar on line; que la canción que más ha escuchado el escritor Bret Easton Ellis durante cinco días es Waiting for the end, de Linkin Park; que el secretario de Trabajo, Javier Lozano, sostiene su enésima escaramuza virtual con un político opositor; que Shakira prepara una sorpresa para su concierto en Barcelona, y que Gael García celebra el triunfo de Pumas en la final del futbol mexicano y echa pestes contra la saturación de publicidad durante las transmisiones del partido por televisión.

La simultaneidad es uno de los encantos de la plataforma cofundada por Jack Dorsey y Evan Williams en marzo de 2006. Pero son más los factores que han convertido a Twitter, junto con Facebook, en una de las redes sociales digitales (RSD) de mayor influencia, a pesar de que el número de personas conectadas a ella es relativamente pequeño en comparación con la población total del mundo (7 mil millones de habitantes). Según cálculos del especialista australiano Gary Hayes, Twitter crece a un ritmo aproximado de 200 nuevos usuarios por minuto, lo cual impide determinar una cifra total exacta, pero se estima que sobrepasa 200 millones, de los cuales 4 millones se encuentran en México y, según la empresa Mente Digital, especializada en estrategias mercadotécnicas por Internet, a finales de 2011 podrían ser más de 8 millones. Algo absolutamente factible si se considera que apenas en enero de 2010 había sólo 146 mil tuiteros en el país.

El éxito y la influencia de Twitter en el mundo conectado a Internet tiene que ver con la horizontalidad que imprimió a la comunicación masiva o con lo que la investigadora Delia Crovi llama la pulverización del discurso público.

Alberto Escorcia, administrador del portal especializado en el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad Pateando Piedras (www.pateandopiedras.com/), quien prepara un documental sobre la presencia de Twitter en México, lo pone en estos términos: “Los ciudadanos comunes estábamos acostumbrados a no expresar nuestra opinión, sobre todo asuntos de interés público, porque no teníamos dónde, salvo que no fuera en la calle; los medios masivos convencionales y los periódicos sólo excepcionalmente se abrían al punto de vista de las personas comunes y corrientes, los ciudadanos de a pie.

Ahora Twitter permite, a quien quiera, dialogar, debatir sin intermediarios con quienes toman decisiones en la vida pública: políticos, empresarios, intelectuales. Hay quienes desean preguntarles algo o sólo mentarles la madre.

En ese sentido, Twitter viene a equilibrar un poco las relaciones entre los ciudadanos y los distintos poderes. Y se prevé que en las elecciones futuras jugará un papel decisivo, como en Estados Unidos, donde Obama hizo de Twitter uno de los ejes de la campaña que lo llevó a la presidencia de ese país.

Un usuario puede “seguir” las actividades o mensajes de aquellos suscriptores –conocidos o no– en los que tenga cualquier interés. A su vez, puede tener seguidores, es decir, suscriptores interesados en su actividad on line. Es común que los tuiteros basen su “éxito” en el número de seguidores, pero no en todos los casos hay una relación directa y proporcional entre el número de usuarios y la influencia social.

Un ejemplo es el académico e investigador de la UNAM Alejandro Pisanty, quien con la campaña “Internet necesario” provocó “el más grande movimiento activista en Twitter de que se tenga memoria en México”, logrando frenar una iniciativa de ley promovida por la Secretaría de Hacienda, que pretendía gravar el uso de Internet incluyéndolo en una lista de “bienes suntuarios”.

En ese momento –octubre de 2009– el número de usuarios en México apenas pasaba de 30 mil, y Pisanty no tenía más de 2 mil seguidores o followers.

¿Por qué tiene Twitter esa influencia siendo todavía una minoría la que lo utiliza? Alberto Escorcia, quien prepara un documental sobre “los grandes momentos de Twitter en México”, lo atribuye, según sus observaciones, a que en éste se encuentran las personas más influyentes de sus respectivos ámbitos laborales, profesionales, académicos y políticos, cuyas opiniones repercuten en el mundo concreto, pero también se reproducen en otros espacios dentro de la misma web, como los blogs.

Sobre el tema, Alejandro Pisanty evita poner a Twitter encima de otras herramientas de empoderamiento social. Expresa: “Más que una red social, es un medio social”, cuyo impacto e influencia públicos dependen de su relación con otros medios. Si se quiere incidir en cuestiones de interés público, “Twitter por sí sólo no basta. Es indispensable elaborar una arquitectura de medios”, que incluye blogs y Facebook, y en otra etapa a los medios convencionales.

Rumbo a las elecciones
Pisanty coincide con Escorcia sobre el protagonismo que tendrá Twitter antes y durante el proceso electoral de 2012: “La gente ya no recibirá información sólo a través de la prensa y la televisión, que seguirán jugando un papel importante, pero no único”.

Sin embargo, lejos de lanzar las campanas al vuelo, el ex director general de Servicios de Cómputo Académico de la UNAM lamenta el uso que se está dando a Twitter en el debate político: “Como sociedad, no estamos aprovechando su potencial. No se sabe moderar el encono ni las diferencias, sino que se ha vuelto amplificador de las discrepancias, donde imperan la hostilidad y los insultos, lo cual me parece una tragedia. Estamos desperdiciando una oportunidad y el costo va a ser muy elevado para la vida pública del país”.

El fenómeno se explica así: “Cuando no estás cara a cara con alguien, en muchos casos desde el anonimato, es más fácil objetivizar a un interlocutor, volverlo objeto, y al hacerlo te permites tratarlo como te dé la gana”.

Otro fenómeno reciente es el que señala Escorcia: en la medida en que se populariza y masifica el uso de Twitter, decae el nivel de la participación y se multiplican los temas, se hacen triviales, sobre todo con la presencia de personajes de la farándula, cuyos fans llevan a Twitter los temas que eran materia de los programas y revistas de espectáculos.

Es inevitable, apunta la académica y docente Patricia Torres Maya: “Las herramientas tecnológicas son neutras, no tienen ideología ni moral. Expresan las de quienes las usan, dependen de quién y cómo las use, y hay que recordar que los medios reflejan los valores de una sociedad”.

Sobre el uso que los políticos están haciendo de Twitter, cuestiona: “En general, no se les da el diálogo y no aprovechan las redes sociales si no están dispuestos a dialogar. Si un político o servidor público se mete a Twitter para tirar el mismo rollo acartonado y demagógico que pronuncia en las plazas públicas, mejor que ni se meta, porque lo único que va a lograr es que se le venga el mundo encima”.

Las características de Twitter, su inmediatez y horizontalidad, “les impone ser muy cuidadosos en su presencia, porque, por ejemplo, no es únicamente que seas la persona que ocupa la Presidencia de la República, sino que se trata de una investidura a la que se tiene que hacer honor, porque no es sólo la presencia de Felipe Calderón la que sale arrastrada, sino todo lo que representa”.

Admitiendo que los políticos requieren una estrategia para comunicarse por Twitter, Altea Gómez, ciberactivista y académica española, colaboradora de Pateando Piedras, advierte sobre el riesgo de ciertas prácticas que ya se empiezan a observar en el medio y se agudizarán conforme se acerquen los procesos electorales.

La más recurrente es el empleo de los llamados trolles, usuarios contratados ex profeso para responder, atacar o desacreditar a quienes critican a políticos o funcionarios públicos. Se les detecta porque suelen compartir y repetir un mismo mensaje a cuanto usuario pueden, además de que si uno observa su perfil, se percata de que es de creación reciente y generalmente no tienen seguidores. Es decir, opina Altea Gómez, no tiene una credibilidad que cuidar.

Aquí es donde se prevé el surgimiento de una suerte de “especialización” en la creación de contenidos para las redes sociales. Como ningún candidato hace su espot con su cámara y grabadora, tampoco va a estar 24 horas al día pegado a Twitter. Ahí es donde se hará necesaria la mediación de grupos de especialistas que trabajen en la construcción de un discurso y una imagen del político en turno.

Arturo García Hernández, La Jornada, 13 de junio.

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